En el último capítulo -el número ocho- de la serie de RTVE "Carlos, rey emperador", volvía a aparecer en pantalla una vieja amiga de este blog y de todos sus lectores y lectoras:
Nada, que total son cuatro días, pa qué vas a exprimirte el limón |
Yo no quería, me obligaron los guionistas, parece estar diciendo el actor |
¡No te vayas, que seguro que en el próximo capitulo cambian al testarudo decorador! |
A Pamplona hemos de ir... |
Francisco I - Alfonso Bassave |
Literal -y muy lacónicamente- sólo dice que: "entrará en Navarra Albret con el apoyo de Lespar"
Campaña de Navarra por todo el Piríneo. Ojalá hubiera sido así... |
"con todos mis respetos, el señor de Lespar no es el adecuado para comandar la ofensiva en Navarra". Y ahí al menos aciertan los guionistas, porque "el señor de Lespar" (más conocido por estos lares como Asparrós o Asparrots), efectivamente demostró no ser el indicado para ese puesto, pues tras liberar Navarra en un mes, escogió fatídicamente sitiar la ciudad castellana de Logroño, y allí se inició el desastre para la causa del rey legítimo que finalizó en las campas de Noáin.
Enrique II de Labrit "el Sangüesino" |
Pero para eso también tengo remedio, no se preocupen. Me bastará con recordarles lo que su beatífico Carlos hizo con cierto caballero llamado don Pedro, a la sazón mariscal de Navarra, y que por supuesto no ha salido ni saldrá en esta serie. No he de inventarme nada, que lo cuenta el obispo castellano -para que no puedan acusarme de maniqueo, al menos esta vez- Sandoval en su crónica:
"Sacaron al mariscal de su prisión en el castillo de Atienza, pero antes de ponerle en presencia del rey don Carlos le visitaron personas graves e importantes por orden de Su Majestad, y propusiéronle que se allanase a lo que era tan justo y casi forzoso, como era prestar el debido juramento a tan legítimo señor. Prometiéronle además la libertad de su persona, que le restituirían sus estados con aumento de otros mayores, de honras, oficios y preeminencias. Pero él respondió con todo el respeto que no desistiría jamás de su propósito, y así les pidió que cejasen en su empeño, pues tenía ya determinado morir como siempre había vivido, pues no era español, ni súbdito de la casa de Castilla, y no podía por tanto hacer homenaje a otros que no fueran sus soberanos. Así pues, como buen caballero que era, permanecería fiel al juramento que había prestado a Juan de Labrit y Catalina de Foix, los verdaderos reyes de Navarra, y jamás renegaría de su patria. Pusiéronle desde entonces prisionero en el castillo de Simancas, donde acabó la vida en su porfía y sin remedio..."
Armas de los mariscales de Navarra © Eneko Saldise |
Naturalmente ese "acabó su vida" es un eufemismo, pues apareció una mañana muerto en su celda, y si tuviera que jugarme yo mi escasa fortuna, apostaría sin dudarlo porque los esbirros de Carlos -"rey emperador"- lo "suicidaron". Los tiranos sólo esperan sumisión, no lealtad.
A día de hoy, el Mariscal Pedro de Navarra sigue sin tener una mísera calle en Pamplona, y lo que es a mí, me parecería estupendo sustituir por ejemplo "Avenida San Ignacio" por "Avenida mariscal Pedro de Navarra". Dejo la idea para el que pueda aprovecharla, aunque recuerdo ahora también que se intentó hace unos años en Estella dedicarle una estela conmemorativa -mediante suscripción popular- frente al palacio real, y la institución "Príncipe de Viana" (vergüenza me causa escribirlo) no dió su permiso.
Y digo yo que el actual Gobierno de Navarra podría hacer algo al respecto. Al menos si tiene voluntad de hacer cosas nuevas, y no busca sólo mantener conductas y estructuras heredadas y anquilosadas por décadas de silencio.
Mientras tanto, "Carlos, rey emperador" y un servidor de todos ustedes seguiremos en guerra, que sólo reconozco un Imperio ante el que inclinar mi cabeza:
© MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2015