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SANTA ÁGATA DE CATANIA PRECURSORA DEL NACIONALISMO VASCO

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Participar en una de las estupendas propuestas culturales que organiza la Asociación Grupo Valle de Izagaondoa puede traer inesperadas consecuencias intelectuales...

Llevaba mucho tiempo detrás de poder ver in situ las pinturas murales que hace pocos años se encontraron en la iglesia de San Adrián de Olloki. Que hayamos tenido la fortuna de que vayan apareciendo más obras de Jehan Oliver (junto con Jehan Lome de Tournay, sin duda el artista más importante de nuestra Edad Media), además de la que sin duda alguna realizó para el refectorio de la Catedral de Pamplona, bien merecen una visita, ya que desgraciadamente las que también aparecieron en Ororbia no pueden verse por estar cubiertas por el retablo renacentista.


El caso es que estaba oyendo con atención las explicaciones de mi amigo Simeón Hidalgo, cuando al escucharle la transcripción de la cartela que lleva un ángel en el espectacular cortejo de guerreros (representados minuciosamente por Oliver a la manera de los que podía ver en la Pamplona del siglo XIV), algo se puso en marcha en mi cabeza. ¿Dónde había oído yo antes ese texto?



Dice así: "Santam Spontaneum Honorem Deo et Patriae". Y por fin lo he recordado: en los Cuentos y Leyendas de Juan Iturralde y Suit, autor  y magnífico dibujante de finales del siglo XIX que fue el principal promotor de la Asociación Euskara de Navarra en 1877, y también de la Comisión de Monumentos durante muchos años. Según su amigo y discípulo Arturo Campión: "Su vastísima erudición y sus conocimientos en el campo de la historia navarra eran superiores a cuantos habían tratado de ella desde el Padre Moret".

Efectivamente, aunque las leí cuando yo era un crío, y recuerdo que por su temática me gustaron, ahora su estilo tardorromántico me las hace ver un tanto aburridas y pasadas de moda. Literariamente hablando, probablemente hasta en su propia época -caracterizada por la representación del realismo cotidiano- lo estuvieran ya.

En la titulada "La campana de Nájera", que cuenta el hallazgo de la talla de la virgen por el rey don García en el año 1044 se cuenta:




Así que -inesperadamente- del fondo de mis recuerdos infantiles venía la misma inscripción que según la Leyenda Dorada un ángel dejó sobre la tumba de Santa Ágata, martirizada en el año 253 en su siciliana ciudad de Catania. ¿Cómo podía ser?

La Leyenda Dorada fue escrita por el dominico Jacobo de la Varágine en 1264, y a partir de entonces se extendió vertiginosamente por toda la Cristiandad, pues lo que contaba en sus numerosas páginas era la vida de los santos y de las santas, no ahorrando detalles escabrosos sobre los martirios a los que fueron sometidos. El morbo no es cosa de ahora...

Para lo que nos interesa, su importancia estriba en que todos los artistas utilizaron esa recopilación para plasmar en cualquier soporte esas mismas vidas sagradas. Y por supuesto también lo hizo Jehan Oliver en los muros de Olloki, donde dejó pintados los hechos principales de la vida de Santa Ágata (o Águeda), que según de la Varágine era una doncella de familia noble "sumamente bella y atractiva". Puede que por eso el cónsul Quintiliano "plebeyo, libidinoso, avaro e idólatra" -lo tenía todo, el andoba- quiso casarse con ella, pensando en conseguir cuatro cosas: "convertirse en noble, disfrutar de su hermosura saciando con ella su concupiscencia, disponer de las cuantiosas riquezas de su familia y agradar a los dioses paganos arrastrándola a la idolatría".

Habrá que convenir con de la Varágine en que estos romanos eran más malos que Griján y piores que Colatre. Yo desde luego convengo en ello, más que nada porque como ya sabéis los que acostumbréis a leerme, no puedo verlos y mis héroes principales son Haníbal, Espartaco y el Vesubio (por ese orden natural a la hora de acabar con cuantos más romanos, mejor). Bueno, Atila también me cae bastante bien, para qué voy a negarlo...

El caso es que, como todos habremos supuesto, Ágata lo rechazó sin contemplaciones, y el malvado Quintiliano no se lo tomó nada bien, y como además de mandarlo "ad paseum" ella se negó a hacer sacrificios a los dioses páganos, ordenó torturarla cruelmente, mandato que de la Varagine nos dice que ella recibió con "suma alegría y felicidad".

Se nos cuenta luego que primero le descoyuntaron los huesos en el potro, pero que como eso no la hizo renegar de Cristo, Quintiliano ideó que uno de sus esbirros le arrancase uno de sus pechos. Ella entonces pidió que le arrancasen los dos. Medio muerta fue llevada a su calabozo, donde recibió la visita de un viejo médico que resultó ser el apóstol San Pedro, que cual precursor del doctor Pitangüy, recompuso sus pechos milagrosamente en un periquete.

Martirio de Santa Ágata en la Biblia de Sancho VII el Fuerte, realizada por
Fernando Perez de Funes, lo que demuestra que su culto estaba implantado
en Navarra al menos para el año 1198
Por cierto, que José María Iribarren y José María de Cossío aún pudieron recoger en los años cuarenta del siglo XX esta copla navarro-aragonesa, de lo más alusiva:

«Águeda que no quisiste 
a los dioses adorar, 
en prueba de tu constancia 
las tetas te han de cortar .

Y le respondió la Santa 
con afecto singular: 
Que cuerten por donde quieran 
que cuerten si han de cuertar .

Y le cortaron las tetas 
como aquel que cuerta el pan.»


Como podremos comprender, a estas alturas el imaginativo Quintiliano estaba ya verdaderamente enfadado, así que ahora se le ocurrió quemarla en la hoguera. Y no puedo dejar de imaginármelo con el aspecto patricio y consular que siempre tuvo Javier Krahe mientras cantaba: "pero dejadme, que yo prefiera, ¡la hoguera, la hoguera, la hoguera. La hoguera tiene un qué sé yo, que sólo tiene la hoguera!". Pero en ese preciso momento se produjo un terremoto (cosa habitual en Sicilia), y el tormento tuvo que aplazarse una vez más, aunque el fuego no parecía haberle hecho tampoco demasiado daño. Sin embargo a estas alturas la resistente Ágata ya estaba un poco cansada, y tras pedir al Señor que se la llevase de una vez, murió en prisión el 5 de febrero del año 253.


Cuando los cristianos estaban embalsamando su cuerpo para enterrarla, llegó un cortejo formado por más de "cien mancebos hermosísimos (los que Oliver representó como guerreros en Olloki), presididos por un joven revestido con ornamentos de seda". Nadie los conocía, ni nadie los había visto nunca por aquella región. El más bello se acercó al cadáver de la mártir y tras adorarla, puso junto a su cabeza una lápida de mármol. Al instante, todos desaparecieron como por ensalmo.

Y ya habréis adivinado cuál era la inscripción de esa lápida. Pues natural (o más bien sobrenaturalmente) : "Mentem sanctam spontaneam, honorem Deo et patriae liberationem".

Al año siguiente de su martirio, el Etna entró en erupción, y los ciudadanos de Catania, aterrados, corrieron a su tumba para arrancar el velo que respetuosamente la cubría. Lo colocaron en la puerta de la localidad, y la lava se detuvo al momento, convirtiéndose así Ágata en abogada contra el fuego.

Ah, y tranquilas y tranquilos, que el desalmado Quintiliano tuvo el final que merecía: yendo en su cuadriga para requisar todos los bienes de Ágata, los caballos se desbocaron y fue a caer entre sus patas.Uno le mordió y otro le dio tal coz que cayó a un caudaloso río cuyas aguas lo engulleron, sin que a día de hoy haya aparecido todavía su cuerpo...

Esa primera -y angélica- aparición del lema, y su indudable relación con Santa Ágata, no explica sin embargo qué podía pintar en una campana de los siglos VIII al XI como aquella de la que habla en su historia Iturralde y Suit. Pero lo entenderemos mejor si os digo que esto no ocurrió exclusivamente con la najerina, sino también en docenas, cientos de campanas a lo largo de las señorías italianas, de Aquitania, de Francia, de Aragón, de Castilla y -como no- también del reino de Navarra. Por ejemplo la inscripción está grabada en campanas medievales o renacentistas que cuelgan en los campanarios de Etxarri-Larraun, Ansoain, Ilurdotz, Usetxi, Santa Magdalena de Tudela o Esnoz.

Según Favreau, que es quien más ha estudiado este asunto, desde finales del siglo X la santa tuvo un oficio litúrgico propio, y muy pronto comenzó a recitarse durante su celebración la antífona "Mentem sanctam spontaneam, honorem Deo et patriae liberationem", y también se hacía siempre alusión a su poder sobre el fuego. Pero fue sobre todo a raíz del éxito de la Leyenda Dorada, cuando el culto a Santa Ágata conoció su mayor extensión.

¿Pero y las campanas? ¿Por qué se grababa el lema aguedino en las campanas? Pues porque en aquella época las campanas se bendecían al ser colocadas en sus torres, para que cada vez que se produjese una tormenta, un accidente natural o un fuego, el sonido de las campanas conjurase la amenaza, o al menos advirtiese del peligro a los vecinos. Y recordad que ya os he dicho que Santa Ágata fue considerada abogada contra el fuego. Y pensad lo frecuentes que estos eran, en unas poblaciones donde excepto los más ricos, todos vivían en casas construidas fundamentalmente con madera...

El mismo autor nos informa de que la primera campana conservada en la que aparece la inscripción es la de San Juan Evangelista de Ravena, en 1208. Es, desde luego, una fecha bastante más lógica que la de la campana de Nájera, que Iturralde hizo remontar al siglo VIII. Aunque ya hemos visto en su texto que el padre Moret asegura en su Crónica que en el siglo XVII esa campana todavía se guardaba en el monasterio riojano, así que si le damos crédito, tendremos que admitir que realmente existió...

En fin, espero que os haya gustado esta historia de Santa Ágata tanto como a mí, y que si algún día os veis cercados por el Vesubio, os acordéis de ella, porque seguro que os saca de semejante apuro.

Que no, que no se me ha olvidado el título que he puesto a mi relato y por lo tanto no se acaba aquí, era sólo para desconcertaros un poco. Un poco menos de lo que supongo que os desconcertará mi explicación sobre la relación entre la santa siciliana y el nacionalismo vasco. Pero esperad, esperad un poco nada más.

La interpretación que la Iglesia dio al lema que un ángel dejó sobre la tumba de Ágata de Catania fue siempre relacionada con el reino de los Cielos, y no con ninguna patria terrenal. Así, "Mentem sanctam spontaneam, honorem Deo et patriae liberationem" vendría a traducirse como: "Tuvo un alma santa. Se consagró al Señor espontáneamente. Dio honor a Dios y alcanzó la patria eterna". Una traslación demasiado literal y poco comprometida tal vez.

Pero recordemos que Iturralde  y Suit no dio su propia interpretación a finales del siglo XIX, sino que adoptó la que el cronista Moret había dado ya en 1684, en el Libro XIII, capítulo II, de sus famosos Annales, y que resulta evidentemente mucho más política:

"Honor a Dios y Libertad a la Patria", entendiéndolo como que el reino de Navarra basaría su acontecer histórico a partir de entonces en ser una nación eminentemente cristiana, pero sobre todo libre y soberana. ¿Y quiénes en ese mismo final del siglo XIX en el que Iturralde recordó lo que decía Moret dos siglos antes, elaboró una teoría política, heredera en cierto modo del recién derrotado Carlismo?

Pues los hermanos Luis y Sabino Arana, que fundaron en 1895 el Partido Nacionalista Vasco, cuyo lema era y sigue siendo "Jaungoikoa eta Lege Zaharrak"JEL. Dios y Leyes Viejas. Oséase: Dios y Fueros, las leyes que históricamente aseguraron la libertad de los territorios vascos.

Tenemos pues, para nuestra sorpresa, el lema que supuestamente un ángel dedicó en el siglo III a la siciliana Santa Ágata (aunque con seguridad sólo podamos confirmarlo documentalmente desde finales del siglo IX), grabado en campanas por toda Europa a partir de entonces, recogido en una leyenda por el primer cronista del reino de Navarra en el siglo XVII, y convertido en marca y emblema de un partido político en el siglo XIX. Y también en el XX, porque aún bajo la dictadura de Franco, miembros del proscrito PNV, refugiados en la Real Sociedad de Amigos del País, siguieron empleando el lema propuesto por Moret, elevándolo a la categoría de Lema Real de Navarra, como demuestra esta dedicatoria que os adjunto inserta en el libro "Historia del reino de Navarra", de Carlos Clavería, conspicuo miembro -en la clandestinidad- del PNV en Navarra, y cuya primera edición data del año 1971: 



Al año siguiente, se dio en las páginas del Diario de Navarra una polémica sobre este mismo asunto, entre el abogado Joaquín Olcoz -miembro de la citada Real Sociedad de Amigos del País, trasunto del PNV navarro- y el director del periódico, J. J. Uranga Santesteban "Ollarra". Al parecer los Amigos del País habían colocado en la tumba de los primeros reyes de Navarra en Leyre una placa justo con el mismo texto de la dedicatoria del libro de Clavería, y el 11 de junio ambos publicaron su opinión sobre el dichoso lema. 

El artículo de Ollarra llevaba por título: "Un falso lema real de Navarra", y en él se acusaba -admitamos que con bastante fundamento- de credulidad histórica a los Amigos del País por haber aceptado sin dudar la leyenda de la aparición de la virgen de Nájera al rey don García, leyenda que sólo comienza a extenderse a partir del siglo XVI. Es imposible que en 1052 el rey de Navarra -o el propio reino- tuvieran un lema, porque ese fenómeno no se da hasta varios siglos más tarde. Y eso por mucho que lo defendiese Moret, que como autor del siglo XVII que fue, recoge las leyendas como si estuvieran basadas en hechos históricos reales. En cuanto a Iturralde y Suit, es evidente que retomó el lema tratándolo claramente como leyenda, y en ningún caso como historia. 

Con la muerte de Franco, ya no hacía falta esconder el lema del PNV, aunque debió haber ciertas reticencias en la organización a mantenerlo, por lo que en el Primer Congreso tras la restauración democrática, que se celebró en Pamplona en 1977, el Partido determinó que:   
Euzko Alderdi Jeltzailea. Partido Nacionalista Vasco, fundado por Sabino Arana, recibe su nombre del lema "Jaungoikoa eta Lege Zarra", expresión que conjuga una concepción trascendente de la existencia con la afirmación de la Nación Vasca, cuyo ser político ha de expresarse a partir de la recuperación de la soberanía contenida en el Regimen Foral.
Sin embargo aún he encontrado una mención más reciente -año 2007- al lema proveniente de Santa Ágata. En respuesta al artículo publicado por el escritor Miguel Izu en el Diario de Noticias, titulado "La falsedad, al Boletín Oficial", la escritora Arantzazu Amezaga publicó otro del que entresaco este párrafo, que demuestra que todavía hoy existe gente que cree que ese fue el Lema Real de Navarra, pero que sobre todo nos da a conocer un dato bien ilustrativo: 

Al fundar su partido, poco después, Sabino Arana modeló la forma final de la ikurriña, cuyos datos se exhiben en Castejón, ondeando desde el Batzokija de Bilbao hasta Zuberoa, pasando por Gipuzkoa, Lapurdi, Benabarra y Zuberoa, y llegó a los numerosos centros vascos (Eusko Etxeak) de América, los fundados por exiliados de las guerras carlistas y de la centralización administrativa francesa. Fue un éxito de tal magnitud que, solamente eso, hace grande a Sabino. Arana estuvo asesorado por los navarros Aranzadi e Irujo, ambos abogados, porque traduce para el lema exhibido en Castejón, el concepto de Fueros asociado al de Naturaleza Antigua que las Cortes de Navarra habían aplicado y los reyes de España jurado a partir de la invasión de 1512, y el Gloria a Dios y Libertad a la Patria del lema de 1052, estampado en las campanas de Nájera, entonces Navarra.
    
¿Tengo que decir que Aranzadi e Irujo formaban parte fundamental del Movimiento Euskaro presidido por Iturralde y Suit, y que por lo tanto conocían las leyendas que aquél había escrito, y pudieron así transmitírselas a Sabino Arana cuando vino a las manifestaciones contra el ministro Gamazo que se celebraron en Castejón y Pamplona en 1893? Ahí está evidentemente la conexión entre el lema de Santa Ágata y el del PNV,que sería adoptado dos años más tarde, en 1895, y que increíble -pero sobre todo indudablemente- mantiene vivo y coleando un supuesto mensaje angélico del siglo III, en pleno siglo XXI. 

Pero no soy yo -que me invento tantas cosas- quién para reprochar a nadie que hiciera lo mismo que tanto me gusta hacer a mí. Y menos que a nadie a don Juan Iturralde y Suit, cuya obra admiro y al que hace bastantes años ayudé todo lo que pude a mantener su memoria, cuando el panteón donde está enterrado en el cementerio de Pamplona estaba a punto de hundirse y dí toda la brasa que pude en los periódicos para que fuese restaurado. Cosa que el Ayuntamiento hizo, y bien que se lo agradezco.

D. Juan Iturralde y Suit
(1840-1909)
Al contrario, casi diría que, fantasioso como soy, me encanta que un partido político de la actualidad base su lema centenario en algo tan etéreo -nunca mejor dicho- como es un ángel siciliano, cosa en la que juro que nunca hubiera caído yo de no comparecer el pasado sábado en la iglesia de Olloki, para quedarme embobado con el retrato de Santa Ágata que en sus muros dejó el maravilloso pintor Jehan Oliver. 

Así que espero que ambos perdonen mi atrevimiento por este montaje fotográfico que voy a perpetrar ahora mismo, que aunque resume muy gráficamente lo que he escrito, servirá además para sacar de quicio una vez más al malvado Quintiliano. Bueno, y seguro que a unos cuantos "cónsules romanos" alérgicos a la bicrucífera de los que tanto abundan por estos pagos, también. Como si lo viera. Pero no es más que una broma, porque si hay algo que yo deteste de veras es a quienes se toman las cosas demasiado en serio:



Conste, de todos modos, que la única bandera que realmente aparece en Olloki es esta otra. El emblema de cuando Navarra era un país independiente: 




Y para finalizar, una confesión. Estuve una vez en Catania. Y aunque, por ser ya tarde, no pude entrar a ver la tumba de la bienaventurada y sabia Ágata, y tampoco el busto que la representa, y cuya corona (atención, Sagastibelza) fue al parecer regalada por Ricardo Corazón de León, y por tanto probablemente también por su esposa Berenguela de Navarra, sí que puedo confirmaros que ni toda la lava del Etna hubiera podido derretir los fabulosos y helados granites que dan fama a aquella ciudad.  





© MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2016








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