El 7 de noviembre de 2003, estando yo probablemente perdiendo el tiempo -que me parece siempre la mejor manera de aprovecharlo-, acerté a leer una sección del Diario de Navarra en la que no suelo reparar nunca, más que nada porque aquello que transcurre más allá de 1512 no me interesa gran cosa, que es algo que también le pasaba mucho a Alvaro Mutis.
El apartado en cuestión se titula "En el recuerdo", y trata sobre los sucesos que dicho medio publicó hace 25, 50 y 75 años. El caso es que en esta última parte dí con una noticia tan extraña que no pudo dejar de llamar mi atención.
Como podéis ver, el barón de Beorlegui presumía en ella de su españolidad y de su fidelidad al rey Alfonso XIII, apelando a un "señor Cuadra Salcedo", y hablando del infante Luis de Navarra, que tantas veces ha salido ya en estos desvaríos míos -junto con sus compañeros de fatigas Pierres de Laxaga, Mahiot de Cocherel, Pedro de Urtubia y Pedro de San Superano- por ser un personaje histórico que me ha interesado siempre, por su extraña gesta al conquistar la remota Albania, y también por haber tenido el buen gusto de dejarnos como recuerdo sus armas nobiliarias pintadas en Ardanaz, la capital de mi querido valle de Izagaondoa.
¿A qué podía estar refiriéndose por tanto el citado barón? Porque no terminaba de entenderse del todo bien. El caso es que me sonaba haber leído algo similar, ¿pero dónde?
Veamos: ¿cuál era el único "señor Cuadra Salcedo" que los de mi generación tenemos grabado en la cabeza? Evidentemente mi siempre admirado y recién fallecido Miguel de la Quadra Salcedo, pero por la fecha de la noticia, ésta no podía referirse a él, aunque todo hacía suponer que sí que se trataba de una aventura de igual calibre a las que nuestro paisano vivía en sus reportajes televisivos. Así que fui a revisar la biografía del explorador publicada por A. Pérez Henares en 2001, y en la página 69 vi subrayada con fluorescente amarillo la siguiente frase referida a Miguel: "...Incluso un tío suyo, Fernando, linajudo marqués, llegó a reclamar, y con papeles, derechos a la Corona de Navarra y Albania". Por tanto, y aunque lo hubiera yo olvidado, dos años antes de que la noticia de hace 75 reclamase mi atención en el periódico, la historia de un pretendiente desconocido a la corona de Albania ya había -naturalmente, conociéndome un poco- despertado mi interés.
No digo que urgentemente, aunque seguro que con prisa, acudí al Archivo Municipal de Pamplona, cuya magnífica hemeroteca microfilmada he utilizado tantas veces, y me hice con la noticia original completa, aquella que se había publicado el 8 de noviembre de 1928, que es esta que os adjunto:
Ahora ya conocía al menos los nombres de los dos implicados: Fernando de la Quadra Salcedo, marqués de Castillejos, y su primo: Manuel González de Castejón, barón de Beorlegui. Pero no hubo forma de averiguar nada más sobre este asunto hasta que, con el advenimiento de Internet, y sobre todo gracias a la publicación del libro "Fernando de la Quadra Salcedo: la poesía de la Historia", de José Ramón Blanco, pude yo al fin saber qué se escondía realmente tras todos estos delirios que os voy contando.
Fernando de la Quadra Salcedo y Arrieta Mascarúa nació en la torre de los Salcedo en la villa de Güeñes (Bizkaia) en 1890, en el seno de una familia de rancio abolengo emparentada cierta -aunque muy lejanamente- con varias casas reales europeas. Fue un abogado, poeta e historiador especialista en heráldica, que a decir de muchos de los que lo conocieron y han dejado testimonio escrito, tenía además un punto de excentricidad muy británico, que le hizo elaborar una serie de genealogías que podríamos considerar sin lugar a dudas como verdaderamente fantásticas -en las dos acepciones de la palabra-, llegando a presumir de descender directamente del rey Iñigo Arista.
Veamos por ejemplo lo que dijo de él el famoso periodista (y más que turbio personaje) César González Ruano, que lo trató muchísimo en las tertulias literarias de Bilbao y Madrid:
"Como pintoresco se llevaba la palma Fernando de la Quadra Salcedo, que se decía pretendiente al trono de Navarra y luego al de Andorra, proponiendo a su pariente el barón de Beorlegui, hijo del marqués de Vadillo, para el trono de Albania.
Fernando llegó a formar un gobierno con amigos suyos y acuñó unas cuantas monedas de peseta con su efigie y el nombre de Ordoño no sé cuantos. Se decía descendiente de Iñigo Arista. En realidad se llamaba Fernando Salcedo Arrieta-Mascarúa y Reinoso. Su padre, don Tomás Salcedo, viejo muy simpático, montó en Madrid el Café Saboya, en la calle de Alcalá, entre el teatro Apolo y el café de la Elipa. Fue un café elegante, que, sin embargo, no dio resultado. De Quadra Salcedo se podrían contar centenares de anécdotas divertidísimas, pero que quizá no vengan aquí muy a pelo. Quadra Salcedo rehabilitó luego para sí el marquesado de Castillejos.
Soñaba con imposibles golpes de Estado esteticistas y bellos para imponer la autoridad divina y aldeana de las coronas absolutistas y patriarcales. Su árbol genealógico, que sólo se podía echar a reñir con el que exhibía Rafael Lasso de la Vega, llegaba hasta Iñigo Arista. Con Gustavo de Maeztu organizó una pintoresca Academia de Genealogía donde, previo pago, sus clientes podían entroncar con lo más rancio de la aristocracia".
Ramón Gómez de la Serna apuntó que: "Fernando de la Quadra vive colgado de la higuera genealógica".
Según José Fernández de la Sota:
"Como pretendiente al trono de Navarra y al del Principado de Andorra, solía comentar que “tenía dos tronos en el bolsillo, pero ni un sólo cuarto”. A su primo, el barón de Beorlegui, le convenció de sus derechos al trono de Albania por su ascendencia en la casa de Beaumont. Organizaron una campaña que llegó a tener eco en el Times londinense. Compusieron un himno y celebraron reuniones regias en el palacio de los Salcedo en Güeñes. Sus amigos bilbaínos le gastaron la broma de hacer pasar al pintor italiano Guido Caprotti por un espía de Mussolini enviado a Vizcaya para asesinar al barón, dado que el dictador, según decían, pretendía instalar a un príncipe italiano en el trono de Albania. Quadra Salcedo se lo creyó, y a su primo el barón le faltó tiempo para afeitarse la barba y plantarse en Pamplona".
Pío Baroja escribe en el tomo cuarto de sus memorias:
“Quadra Salcedo era un iluso, un hombre que vivía en sus entelequias fantásticas, y no necesitaba por tanto mucha base para idear un sistema o una genealogía. El más pequeño dato le bastaba para lograr su propósito, y así al Díaz corriente le emparentaba en un dos por cuatro con el Cid. A mí mismo me preguntó, en una librería de viejo de la calle Jacometrezo, si tenía yo el segundo apellido italiano. Sí -le contesté-, Nessi. Pocos días después nos encontramos de nuevo y entonces me comentó: "Eso de tener parentesco con príncipe italiano está muy bien". Lo cierto es que hablaba de sus supuestos parientes de cuando el Imperio Romano como cualquiera puede hablar de su tío de Alcalá o de su primo de Chínchón. Era un hombre fantástico, que creía en sus elucubraciones”.
Sin embargo Cansinos Assens aduce:
"En Bilbao, en la calle Ercilla 19, 1º derecha, tenía su sede el Instituto Heráldico del que era director, en el que se anunciaban referencias sobre el origen de más de 475.000 apellidos.
Fernando persistía en su labor de ennoblecer a la gente capaz de remunerar sus investigaciones laboriosas en los archivos. Dentro de poco -decía- no quedará en Bilbao ningún naviero enriquecido durante la Gran Guerra sin su blasón y su árbol genealógico. Sin embargo él era el primero en reírse de sus ingenuos clientes y de su pretendida ciencia heráldica. Le encontraba en el Rastro con algún cuadro borroso, retrato de un cardenal o un arzobispo de la época isabelina y le preguntaba:
-¿Qué hace usted aquí, amigo Quadra?
-Ya ve usted... buscando antepasados".
Pero volvamos a la trama albanesa, que es la que dio origen a este embrollo. Al parecer todo surgió de una reunión de amigos y parientes en el casino de Santander -en la que no se sabe, aunque es fácil de suponer, que el vino y los licores correrían generosamente-, terminada la cual el barón de Beorlegui, que era también marqués de Vadillo, salió convencido de sus legítimos derechos al trono del país balcánico, que su primo Fernando de la Quadra basaba en su descendencia de la casa de Beaumont, pues no en vano su fundador, el infante Luis, lo había conquistado allá por el año 1376.
Si todo hubiera quedado así, probablemente el asunto se hubiera disuelto con la resaca, pero Fernando lo hizo público escribiendo un artículo en el periódico La tarde, en el que defendía tan vehementemente esos supuestos derechos albaneses del barón de Beorlegui, que muchos otros periódicos, locales y hasta nacionales se acabaron haciendo eco -la mayor parte de las veces tomandoselo a broma, claro- de tan desusada reivindicación.
Como estas cosas se sabe donde empiezan, pero no donde terminan, el revuelo periodístico fue subiendo de intensidad, provocando que el barón de Beorlegui dejase de estar interesado en continuar con la charada. "Es un miserable -le dijo Fernando de la Quadra a Cansinos Assens-: le quise hacer rey, pero no es digno de ceñir una corona".
De todas formas, se ve que el trono de Albania era por aquel entonces de lo más codiciado, porque ya a finales del siglo XIX, otro representante de la imaginación político-estratégica más desbocada lo había reclamado para sí. De Juan Pedro Aladro y Kastriota estoy hablando ahora, hijo ilegítimo del bodeguero jerezano ("In vino veritas" sentenció el autor clásico) Juan Pedro Domecq, que se decía descendiente por linea materna del héroe medieval albanés Jorge Skanderberg, y que puso su fortuna al servicio del sueño de liberar a Albania del yugo otomano, y este sí -y no nuestro barón- anduvo relativamente cerca de lograr su empeño.
Aquí os pongo una postal publicada en aquella época con ánimo de hacer propaganda a su candidatura:
Mucho más recientemente, en 2001, Iñaki Egañatambién nos habla del jerezano Aladro en su libro Mil Noticias Insólitas del País de los Vascos:
"Juan Pedro Aladro Kastriota, príncipe de Albania, se expresaba perfectamente en euskara. Hablaba además correctamente el francés, inglés, alemán, italiano, albanés, castellano y ruso. Escribió algunos trabajos en la revista Euskal-Erria, terminando siempre sus artículos con la misma consigna en euskara y albanés: Euskalerria aurrera. Shkiperia perpara! (¡Adelante Euskalerria. Adelante Albania!). Justificaba su interés por la lengua vasca alegando que sus antepasados provenían del pueblo guipuzcoano de Bidania."¡¡¡Arrea!!!
Como veis por todo lo que os voy contando, cuesta aceptar que el concepto de Realismo Mágico lo inventase Gabriel García Márquez en Colombia, porque el número de maestros aventajados en esa materia que hemos disfrutado por nuestra tierra es también digno de ser tenido en cuenta...
¿Pero cuál era el fallo principal de la argumentación genealógica de Fernando de la Quadra Salcedo?
Pues el que ya había visto el propio barón de Beorlegui en su carta de noviembre de 1928: que se adjudicaba la corona albanesa en base a los derechos que el infante Luis, el hermano del rey Carlos II (el Malo para los franceses) hubiera podido legar a sus descendientes, pero teniendo en cuenta que a él mismo esos derechos le llegaron por vía matrimonial, y que con su legítima mujer, la princesa Juana de Nápoles, no tuvo hijos, malamente podía el primero de los Beaumont traspasar esos derechos albaneses a los tres hijos bastardos que sí tuvo con María de Lizarazu.
El mayor de todos ellos, Carlos, fue nombrado por su tío Carlos II alférez de Navarra, y desempeñó importantes cargos diplomáticos en la corte de su primo-hermano Carlos III el Noble. Tuvo a su vez dos hijos varones: Luis, primer conde de Lerín, y Juan, prior de San Juan de Jerusalén en Navarra. Éste, pese a su condición de clérigo, engendró un hijo, Martín, que fue el primero de los de su estirpe en ostentar el título de Barón de Beorlegui, que como dije al principio sigue siendo el más antiguo de la nobleza en Navarra.
Pero originariamente el rey no se lo otorgó a ellos, sino a su chambelán Juan de Bearne en 1391. Al casarse este en 1397 con Juana de Navarra, hermana bastarda de Carlos III, ambos compartieron el tratamiento de Barones de Beorlegui, y tuvieron una hija legítima: Blanca, que se casó con el vizconde valenciano Hugo de Cardona, heredando ambos el título de marras, que al no tener descendencia quedó vacante.
Entonces Juan de Beaumont, el Gran Prior de la Orden de San Juan de Jerusalén en Navarra, aprovechó para comprarlo y donarlo a su hijo, Martín de Beaumont, que fue legándolo a sus descendientes directos al menos hasta Juan de Arizcun y Beaumont, que falleció en 1673, siendo el VIII Barón de Beorlegui. Luego el título se perdió, y no volvió a ser rehabilitado hasta 1915 por Francisco Javier González de Castejón y Elío, marqués de Vadillo.
Si aún queda alguien ahí, después de este tostón genealógico que os estoy proporcionando, comprenderá que los derechos a la Corona de Albania no podían ser más hipotéticos para el Barón de Beorlegui del año 1928, a la sazón el ya citado Manuel González de Castejón y Entrala, que hacía el número XVII de su título. Claro que, afortunadamente, esas minucias jamás pusieron freno a la imaginación de nuestro protagonista...
Puestas así las cosas, tampoco se hará extraño a nadie que los amigos de Fernando de la Quadra y de Manuel González de Castejón les tomaran el pelo una y otra vez, incluso como ya se contó, fingiendo que Mussolini -la Italia Fascista también quería hacerse con Albania en aquella época, y esta vez completamente en serio, pues de hecho la invadió en 1939- había enviado un espía para matarlos.
Pero abandonadas las pretensiones a Albania por parte de su primo, de la Quadra optó por ser él mismo quien reclamara varios tronos. Primero el de Navarra, ya que como recordaréis, se consideraba a sí mismo descendiente directo nada menos que de Iñigo Arista, y por lo tanto varón primogénito de la Casa Real de Navarra. Pero en un repliegue de modestia, y como también se decía descendiente de los Condes de Urgell, soberanos de Andorra, le pareció más sencillo acceder al trono del principado pirenáico, donde se encontró con que tenía competencia...
Sucedió que en 1934, un supuesto noble ruso llamado Boris Mikailovich Skossyref se asentó en Andorra, que tenía como copríncipes al presidente de la República Francesa y al obispo de la Seo de Urgell, estando el gobierno formado por un Consejo General de los Valles.
Decidido a convertirse en rey a cualquier precio, Boris consiguió convencer a 23 de los 24 consejeros para que votasen a favor de instaurar la monarquía, cosa que hicieron el 7 de julio (sí, ya veis que todos estos asuntos dinásticos tienen siempre bastante que ver con el vino y con las fiestas). Los periódicos de la España republicana, que se habían tomado a broma desde el principio toda esta locura, descubrieron un filón para burlarse todavía más de lo que acontece en Andorra: dar pábulo a las ocurrencias de otro pretendiente, que como ya habréis imaginado no era otro que Fernando de la Quadra Salcedo.
Éste, en varias cartas dirigidas al periódico "El heraldo de Madrid", de las que también se hicieron eco otros medios como ABC, rizó el rizo retando a un duelo a espada a Boris Ipara decidir en un combate de campeones a quién correspondía realmente el trono de Andorra. Y no creais que el ruso se achantó, porque contestó por la misma vía al bilbaino de la siguiente forma: "habré de demostrar a usted, cuando y como le acomode, que un caballero no puede manchar la dignidad de otro caballero sin dejar de serlo".
Harto ya de tanta locura, el obispo de la Seo de Urgell denunció lo que estaba ocurriendo en Andorra ante la Guardia Civil (tomad dosis de surrealismo hispano), que acabó deteniendo al "rey" Boris, el cual acabó preso en Madrid, en aplicación de la Ley de Vagos y Maleantes. Tras unas pocas semanas fue puesto no obstante en libertad, y marchó al exilio.
Tristemente, la farsa trocaría en tragedia muy pronto...
El 18 de julio de 1936, el general Franco se sublevó en África contra el Gobierno legítimo, y la villa de Bilbao quedó dentro de las zonas leales a la República. No habiendo autoridad reconocible, pues el Gobierno Vasco no quedaría constituido hasta el 7 de octubre de ese mismo año, milicianos y grupos armados de los distintos partidos camparon durante dos meses a sus anchas, ejecutando y deteniendo a quienes consideraban enemigos de la Revolución o del Proletariado.
Alguien que, como el inofensivo Fernando de la Quadra, presumía de nobleza de sangre e incluso de sus derechos a varios tronos, se convirtió por tanto en objetivo prioritario de varios de esos grupúsculos, siendo detenido finalmente al parecer por anarquistas -a los que, como de costumbre, la imaginación se la traería al pairo-, que lo llevaron al Altuna-Mendi, un barco prisión fondeado en la ría.
Allí dentro, igual que muchos otros desgraciados, fue fusilado Fernando de la Quadra Salcedo y Arrieta Mascarúa sin juicio alguno el 25 de septiembre de 1936, apenas diez días antes de que José Antonio Aguirre fuese nombrado primer Lehendakari y acabase con los paseos y los asesinatos arbitrarios. Tenía cuarenta y seis años, los mismos que ahora tengo yo, y os aseguro que no puedo dejar de sentir un cierto escalofrío al imaginarme la escena.
Así que ya veis: quizás no vivió como un rey, pero si que al menos murió como Luis XVI de Francia o Maximiliano I de México, cosa que supongo que no le haría nada feliz en ese brutal momento, pero que me parece un giro del destino de lo más curioso, y un caso clarísimo de justicia poética.
Don Julio Caro Baroja, que también lo conoció, escribió con pesar: “su fin trágico no fue el que correspondía a alguien de carácter tan apacible”.
Todavía en 1965, su amigo César González Ruano le recordaba en su Diario Íntimo, con motivo de la muerte ese mismo año de otro viejo conocido: el barón de Beorlegui, aquél a quien Fernando quiso hacer rey de Albania:
"Ha muerto ayer en Madrid el barón de Beorlegui, don Manuel González de Castejón, tan unido a raros recuerdos míos de aquellos años en que yo andaba mucho con el poeta Fernando de la Quadra Salcedo, marqués de los Castillejos, que proyectaba para su primo el acceso al trono de Albania. Beorlegui era ingeniero agrónomo, cantaba zortzicos y tenía una noble barba. A mí me recordaba físicamente a aquel zar Fernando de Bulgaria..."
Y por mi parte, acabo aquí con la estrambótica historia del último y soñador rey de Navarra, que me temo que he alargado demasiado. No me cabe la menor duda de que hubiese hecho buenas migas con él, de haber coincidido ambos en el tiempo.
Y, quién sabe, quizás hasta hubiese aceptado yo los derechos al trono de Albania que el sobrepasado barón de Beorlegui (al parecer su candidatura al trono trajo consigo que un grupo de albaneses, que el periódico republicano "La Libertad" describe muy gráficamente como "imponentes, llenos de cartucheras, embigotados y pavorosos" se empeñaran en servirle durante un tiempo como Guardia Personal, para solaz y diversión de toda la ciudad de Santander) no se atrevió a defender, porque además puedo confirmaros que el dolmán me sienta igual de bien que al rey Muskar XII de Syldavia...
De todas formas, ya sabéis: Euskalerria aurrera. Shkiperia perpara!
El apartado en cuestión se titula "En el recuerdo", y trata sobre los sucesos que dicho medio publicó hace 25, 50 y 75 años. El caso es que en esta última parte dí con una noticia tan extraña que no pudo dejar de llamar mi atención.
Como podéis ver, el barón de Beorlegui presumía en ella de su españolidad y de su fidelidad al rey Alfonso XIII, apelando a un "señor Cuadra Salcedo", y hablando del infante Luis de Navarra, que tantas veces ha salido ya en estos desvaríos míos -junto con sus compañeros de fatigas Pierres de Laxaga, Mahiot de Cocherel, Pedro de Urtubia y Pedro de San Superano- por ser un personaje histórico que me ha interesado siempre, por su extraña gesta al conquistar la remota Albania, y también por haber tenido el buen gusto de dejarnos como recuerdo sus armas nobiliarias pintadas en Ardanaz, la capital de mi querido valle de Izagaondoa.
¿A qué podía estar refiriéndose por tanto el citado barón? Porque no terminaba de entenderse del todo bien. El caso es que me sonaba haber leído algo similar, ¿pero dónde?
Veamos: ¿cuál era el único "señor Cuadra Salcedo" que los de mi generación tenemos grabado en la cabeza? Evidentemente mi siempre admirado y recién fallecido Miguel de la Quadra Salcedo, pero por la fecha de la noticia, ésta no podía referirse a él, aunque todo hacía suponer que sí que se trataba de una aventura de igual calibre a las que nuestro paisano vivía en sus reportajes televisivos. Así que fui a revisar la biografía del explorador publicada por A. Pérez Henares en 2001, y en la página 69 vi subrayada con fluorescente amarillo la siguiente frase referida a Miguel: "...Incluso un tío suyo, Fernando, linajudo marqués, llegó a reclamar, y con papeles, derechos a la Corona de Navarra y Albania". Por tanto, y aunque lo hubiera yo olvidado, dos años antes de que la noticia de hace 75 reclamase mi atención en el periódico, la historia de un pretendiente desconocido a la corona de Albania ya había -naturalmente, conociéndome un poco- despertado mi interés.
No digo que urgentemente, aunque seguro que con prisa, acudí al Archivo Municipal de Pamplona, cuya magnífica hemeroteca microfilmada he utilizado tantas veces, y me hice con la noticia original completa, aquella que se había publicado el 8 de noviembre de 1928, que es esta que os adjunto:
"...Todos los Beaumont de Navarra nos honramos de ser súbditos españoles y tener por soberano a Alfonso XIII" |
Leyéndola integramente, se podía entender algo más, aunque no mucho, para qué nos vamos a engañar. Hombre, por decir algo, me dio un poco de pena que al venerable y evocador título de Barón de Beorlegui (el más antiguo de la nobleza navarra, creado por Carlos III el Noble en 1391) el aburrido y gris siglo XX uniese el mucho más prosaico de "ingeniero agrónomo de Santander". Pero hay épocas malísimas para la lírica, qué se la va a hacer...
No sabiendo muy bien por dónde tirar del hilo, y ya que todo había surgido de una noticia publicada en dos épocas diferentes en el Diario de Navarra, decidí preguntar directamente a su redactor jefe, el prodigio de erudición Fernando Pérez Ollo, que sabía que paraba muchas mañanas en la siempre añorada librería el Parnasillo, donde mantenía una especie de tertulias literarias con su dueño, Javier López de Muniain, que tengo para mí que van a ser lo más cerca que nunca voy a estar de algo parecido a la Academia de Atenas en tiempos de Platón o Aristóteles, porque era una gozada oírles hablar de cualquier cosa, sobre todo de libros cuyos títulos muchas veces apuntaba yo subrepticiamente para poder hacerme luego con ellos.
Pero no se crea nadie que yo participaba de aquellas auténticas lecciones, sino que si al llegar veía yo que estaban ya ellos dos dialogando, subía haciendo el menor ruido posible a la pasarela que servía de entreplanta, y fingiendo que revisaba la sección de Cine, a lo que realmente me dedicaba era simplemente a escucharles. Y hubo ocasiones en que me ocurrió exactamente lo mismo que a San Virila con el ruiseñor: que las horas pasaron como si hubiesen sido segundos. Y siempre les estaré yo agradecido.
El caso es que ni siquiera FPO -su mítica firma al pie de sus implacables críticas de conciertos- sabía nada sobre la historia de un hipotético pretendiente al trono de Albania a principios del siglo XX. Recordé entonces algo que se me había escapado hasta ese momento: en 1995 el Ateneo Navarro había organizado un ciclo sobre la Nobleza en Navarra, y el Diario de Noticias había publicado una doble página sobre ello el 9 de abril. Un reportaje que yo estaba casi seguro de haber guardado -sí, padezco síndrome de Diógenes histórico, qué le voy a hacer- como muchos otros que tratan sobre Historia de Navarra. Dí finalmente con él y allí me encontré con este artículo:
Armas del palacio de Beorlegui en el Libro de Armería (año 1571) |
Fernando de la Quadra Salcedo Descendiente de los condes de Urgell Varón agnado de la Casa Real de Navarra Señor de Camón en el Bearne |
Veamos por ejemplo lo que dijo de él el famoso periodista (y más que turbio personaje) César González Ruano, que lo trató muchísimo en las tertulias literarias de Bilbao y Madrid:
"Como pintoresco se llevaba la palma Fernando de la Quadra Salcedo, que se decía pretendiente al trono de Navarra y luego al de Andorra, proponiendo a su pariente el barón de Beorlegui, hijo del marqués de Vadillo, para el trono de Albania.
Fernando llegó a formar un gobierno con amigos suyos y acuñó unas cuantas monedas de peseta con su efigie y el nombre de Ordoño no sé cuantos. Se decía descendiente de Iñigo Arista. En realidad se llamaba Fernando Salcedo Arrieta-Mascarúa y Reinoso. Su padre, don Tomás Salcedo, viejo muy simpático, montó en Madrid el Café Saboya, en la calle de Alcalá, entre el teatro Apolo y el café de la Elipa. Fue un café elegante, que, sin embargo, no dio resultado. De Quadra Salcedo se podrían contar centenares de anécdotas divertidísimas, pero que quizá no vengan aquí muy a pelo. Quadra Salcedo rehabilitó luego para sí el marquesado de Castillejos.
Soñaba con imposibles golpes de Estado esteticistas y bellos para imponer la autoridad divina y aldeana de las coronas absolutistas y patriarcales. Su árbol genealógico, que sólo se podía echar a reñir con el que exhibía Rafael Lasso de la Vega, llegaba hasta Iñigo Arista. Con Gustavo de Maeztu organizó una pintoresca Academia de Genealogía donde, previo pago, sus clientes podían entroncar con lo más rancio de la aristocracia".
Ramón Gómez de la Serna apuntó que: "Fernando de la Quadra vive colgado de la higuera genealógica".
Según José Fernández de la Sota:
"Como pretendiente al trono de Navarra y al del Principado de Andorra, solía comentar que “tenía dos tronos en el bolsillo, pero ni un sólo cuarto”. A su primo, el barón de Beorlegui, le convenció de sus derechos al trono de Albania por su ascendencia en la casa de Beaumont. Organizaron una campaña que llegó a tener eco en el Times londinense. Compusieron un himno y celebraron reuniones regias en el palacio de los Salcedo en Güeñes. Sus amigos bilbaínos le gastaron la broma de hacer pasar al pintor italiano Guido Caprotti por un espía de Mussolini enviado a Vizcaya para asesinar al barón, dado que el dictador, según decían, pretendía instalar a un príncipe italiano en el trono de Albania. Quadra Salcedo se lo creyó, y a su primo el barón le faltó tiempo para afeitarse la barba y plantarse en Pamplona".
Pío Baroja escribe en el tomo cuarto de sus memorias:
“Quadra Salcedo era un iluso, un hombre que vivía en sus entelequias fantásticas, y no necesitaba por tanto mucha base para idear un sistema o una genealogía. El más pequeño dato le bastaba para lograr su propósito, y así al Díaz corriente le emparentaba en un dos por cuatro con el Cid. A mí mismo me preguntó, en una librería de viejo de la calle Jacometrezo, si tenía yo el segundo apellido italiano. Sí -le contesté-, Nessi. Pocos días después nos encontramos de nuevo y entonces me comentó: "Eso de tener parentesco con príncipe italiano está muy bien". Lo cierto es que hablaba de sus supuestos parientes de cuando el Imperio Romano como cualquiera puede hablar de su tío de Alcalá o de su primo de Chínchón. Era un hombre fantástico, que creía en sus elucubraciones”.
Sin embargo Cansinos Assens aduce:
"En Bilbao, en la calle Ercilla 19, 1º derecha, tenía su sede el Instituto Heráldico del que era director, en el que se anunciaban referencias sobre el origen de más de 475.000 apellidos.
Fernando persistía en su labor de ennoblecer a la gente capaz de remunerar sus investigaciones laboriosas en los archivos. Dentro de poco -decía- no quedará en Bilbao ningún naviero enriquecido durante la Gran Guerra sin su blasón y su árbol genealógico. Sin embargo él era el primero en reírse de sus ingenuos clientes y de su pretendida ciencia heráldica. Le encontraba en el Rastro con algún cuadro borroso, retrato de un cardenal o un arzobispo de la época isabelina y le preguntaba:
-¿Qué hace usted aquí, amigo Quadra?
-Ya ve usted... buscando antepasados".
Pero volvamos a la trama albanesa, que es la que dio origen a este embrollo. Al parecer todo surgió de una reunión de amigos y parientes en el casino de Santander -en la que no se sabe, aunque es fácil de suponer, que el vino y los licores correrían generosamente-, terminada la cual el barón de Beorlegui, que era también marqués de Vadillo, salió convencido de sus legítimos derechos al trono del país balcánico, que su primo Fernando de la Quadra basaba en su descendencia de la casa de Beaumont, pues no en vano su fundador, el infante Luis, lo había conquistado allá por el año 1376.
Si todo hubiera quedado así, probablemente el asunto se hubiera disuelto con la resaca, pero Fernando lo hizo público escribiendo un artículo en el periódico La tarde, en el que defendía tan vehementemente esos supuestos derechos albaneses del barón de Beorlegui, que muchos otros periódicos, locales y hasta nacionales se acabaron haciendo eco -la mayor parte de las veces tomandoselo a broma, claro- de tan desusada reivindicación.
Como estas cosas se sabe donde empiezan, pero no donde terminan, el revuelo periodístico fue subiendo de intensidad, provocando que el barón de Beorlegui dejase de estar interesado en continuar con la charada. "Es un miserable -le dijo Fernando de la Quadra a Cansinos Assens-: le quise hacer rey, pero no es digno de ceñir una corona".
De todas formas, se ve que el trono de Albania era por aquel entonces de lo más codiciado, porque ya a finales del siglo XIX, otro representante de la imaginación político-estratégica más desbocada lo había reclamado para sí. De Juan Pedro Aladro y Kastriota estoy hablando ahora, hijo ilegítimo del bodeguero jerezano ("In vino veritas" sentenció el autor clásico) Juan Pedro Domecq, que se decía descendiente por linea materna del héroe medieval albanés Jorge Skanderberg, y que puso su fortuna al servicio del sueño de liberar a Albania del yugo otomano, y este sí -y no nuestro barón- anduvo relativamente cerca de lograr su empeño.
Aquí os pongo una postal publicada en aquella época con ánimo de hacer propaganda a su candidatura:
Juan Pedro Aladro Kastriota, pretendiente al trono albanés |
El periodista y erudito Juan P. Esteban Chavarria escribió precisamente en Diario de Navarra el 30 de marzo de 1927 un curioso artículo titulado "Albania y Navarra", en el que decía esto sobre él:
"Don Juan Pedro Aladro Kastriota, rico propietario andaluz, ilustre diplomático de España y admirador y protegido del rey Alfonso XII (que en paz descanse), descendía del príncipe Jorge Kastriota Skanderberg, héroe y defensor de Albania contra Turquía, e ídolo de los patriotas albaneses, cuyos actuales sucesores, reconociendo en Aladro Kastriota al descendiente de aquel príncipe, lo proclamaron heredero de la corona albanesa hace relativamente pocos años, reunidos en la Asamblea Nacional de Pissen, y organizando para defender mejor su legitimidad, importantes comités en Italia, Grecia, Egipto y Estados Balkánicos. Advirtiéndose que, si el español no subió finalmente al trono, fue por no comprometer el delicado equilibrio europeo que tantos peligros encierra siempre en los Balkanes y países cercanos, pues no se atrevieron las potencias europeas a instalar a un rey de religión católica en un trono cuyos súbditos eran mayoritariamente musulmanes. Pero haciendo constar también que, de haber persistido en su empeño,probablemente hubiera ceñido la corona en las actuales circunstancias, como caudillo aclamado por el pueblo, desde la última aldea hasta la capital, Durazzo, pues su nombre despertaba bastante más entusiasmo en el país que el de Ahmed Zogú, que fue quien finalmente acabó proclamándose rey en 1928".
Ahmed Zogú, Rey de Albania (1928-1939) |
Y añadía esta otra opinión con la que estoy yo muy de acuerdo:
"Y no digo más de estas memorables campañas de Albania, a pesar de que el Genio de Navarra está en grave pecado de ingratitud mientras no descubra al mundo y loe como es justo a aquellos legendarios héroes que, acaudillados por el infante don Luis, duque de Durazzo, realizaron en Oriente proezas admirables, gloriosísimas, dignas de ser cantadas por la epopeya."
Mucho más recientemente, en 2001, Iñaki Egañatambién nos habla del jerezano Aladro en su libro Mil Noticias Insólitas del País de los Vascos:
"Juan Pedro Aladro Kastriota, príncipe de Albania, se expresaba perfectamente en euskara. Hablaba además correctamente el francés, inglés, alemán, italiano, albanés, castellano y ruso. Escribió algunos trabajos en la revista Euskal-Erria, terminando siempre sus artículos con la misma consigna en euskara y albanés: Euskalerria aurrera. Shkiperia perpara! (¡Adelante Euskalerria. Adelante Albania!). Justificaba su interés por la lengua vasca alegando que sus antepasados provenían del pueblo guipuzcoano de Bidania."¡¡¡Arrea!!!
Como veis por todo lo que os voy contando, cuesta aceptar que el concepto de Realismo Mágico lo inventase Gabriel García Márquez en Colombia, porque el número de maestros aventajados en esa materia que hemos disfrutado por nuestra tierra es también digno de ser tenido en cuenta...
¿Pero cuál era el fallo principal de la argumentación genealógica de Fernando de la Quadra Salcedo?
Pues el que ya había visto el propio barón de Beorlegui en su carta de noviembre de 1928: que se adjudicaba la corona albanesa en base a los derechos que el infante Luis, el hermano del rey Carlos II (el Malo para los franceses) hubiera podido legar a sus descendientes, pero teniendo en cuenta que a él mismo esos derechos le llegaron por vía matrimonial, y que con su legítima mujer, la princesa Juana de Nápoles, no tuvo hijos, malamente podía el primero de los Beaumont traspasar esos derechos albaneses a los tres hijos bastardos que sí tuvo con María de Lizarazu.
El mayor de todos ellos, Carlos, fue nombrado por su tío Carlos II alférez de Navarra, y desempeñó importantes cargos diplomáticos en la corte de su primo-hermano Carlos III el Noble. Tuvo a su vez dos hijos varones: Luis, primer conde de Lerín, y Juan, prior de San Juan de Jerusalén en Navarra. Éste, pese a su condición de clérigo, engendró un hijo, Martín, que fue el primero de los de su estirpe en ostentar el título de Barón de Beorlegui, que como dije al principio sigue siendo el más antiguo de la nobleza en Navarra.
Pero originariamente el rey no se lo otorgó a ellos, sino a su chambelán Juan de Bearne en 1391. Al casarse este en 1397 con Juana de Navarra, hermana bastarda de Carlos III, ambos compartieron el tratamiento de Barones de Beorlegui, y tuvieron una hija legítima: Blanca, que se casó con el vizconde valenciano Hugo de Cardona, heredando ambos el título de marras, que al no tener descendencia quedó vacante.
Entonces Juan de Beaumont, el Gran Prior de la Orden de San Juan de Jerusalén en Navarra, aprovechó para comprarlo y donarlo a su hijo, Martín de Beaumont, que fue legándolo a sus descendientes directos al menos hasta Juan de Arizcun y Beaumont, que falleció en 1673, siendo el VIII Barón de Beorlegui. Luego el título se perdió, y no volvió a ser rehabilitado hasta 1915 por Francisco Javier González de Castejón y Elío, marqués de Vadillo.
Si aún queda alguien ahí, después de este tostón genealógico que os estoy proporcionando, comprenderá que los derechos a la Corona de Albania no podían ser más hipotéticos para el Barón de Beorlegui del año 1928, a la sazón el ya citado Manuel González de Castejón y Entrala, que hacía el número XVII de su título. Claro que, afortunadamente, esas minucias jamás pusieron freno a la imaginación de nuestro protagonista...
Manuel González de Castejón y Entrala XVII Barón de Beorlegui Pretendiente al trono de Albania |
Pero abandonadas las pretensiones a Albania por parte de su primo, de la Quadra optó por ser él mismo quien reclamara varios tronos. Primero el de Navarra, ya que como recordaréis, se consideraba a sí mismo descendiente directo nada menos que de Iñigo Arista, y por lo tanto varón primogénito de la Casa Real de Navarra. Pero en un repliegue de modestia, y como también se decía descendiente de los Condes de Urgell, soberanos de Andorra, le pareció más sencillo acceder al trono del principado pirenáico, donde se encontró con que tenía competencia...
Sucedió que en 1934, un supuesto noble ruso llamado Boris Mikailovich Skossyref se asentó en Andorra, que tenía como copríncipes al presidente de la República Francesa y al obispo de la Seo de Urgell, estando el gobierno formado por un Consejo General de los Valles.
Decidido a convertirse en rey a cualquier precio, Boris consiguió convencer a 23 de los 24 consejeros para que votasen a favor de instaurar la monarquía, cosa que hicieron el 7 de julio (sí, ya veis que todos estos asuntos dinásticos tienen siempre bastante que ver con el vino y con las fiestas). Los periódicos de la España republicana, que se habían tomado a broma desde el principio toda esta locura, descubrieron un filón para burlarse todavía más de lo que acontece en Andorra: dar pábulo a las ocurrencias de otro pretendiente, que como ya habréis imaginado no era otro que Fernando de la Quadra Salcedo.
Éste, en varias cartas dirigidas al periódico "El heraldo de Madrid", de las que también se hicieron eco otros medios como ABC, rizó el rizo retando a un duelo a espada a Boris Ipara decidir en un combate de campeones a quién correspondía realmente el trono de Andorra. Y no creais que el ruso se achantó, porque contestó por la misma vía al bilbaino de la siguiente forma: "habré de demostrar a usted, cuando y como le acomode, que un caballero no puede manchar la dignidad de otro caballero sin dejar de serlo".
Harto ya de tanta locura, el obispo de la Seo de Urgell denunció lo que estaba ocurriendo en Andorra ante la Guardia Civil (tomad dosis de surrealismo hispano), que acabó deteniendo al "rey" Boris, el cual acabó preso en Madrid, en aplicación de la Ley de Vagos y Maleantes. Tras unas pocas semanas fue puesto no obstante en libertad, y marchó al exilio.
Tristemente, la farsa trocaría en tragedia muy pronto...
El 18 de julio de 1936, el general Franco se sublevó en África contra el Gobierno legítimo, y la villa de Bilbao quedó dentro de las zonas leales a la República. No habiendo autoridad reconocible, pues el Gobierno Vasco no quedaría constituido hasta el 7 de octubre de ese mismo año, milicianos y grupos armados de los distintos partidos camparon durante dos meses a sus anchas, ejecutando y deteniendo a quienes consideraban enemigos de la Revolución o del Proletariado.
Alguien que, como el inofensivo Fernando de la Quadra, presumía de nobleza de sangre e incluso de sus derechos a varios tronos, se convirtió por tanto en objetivo prioritario de varios de esos grupúsculos, siendo detenido finalmente al parecer por anarquistas -a los que, como de costumbre, la imaginación se la traería al pairo-, que lo llevaron al Altuna-Mendi, un barco prisión fondeado en la ría.
Allí dentro, igual que muchos otros desgraciados, fue fusilado Fernando de la Quadra Salcedo y Arrieta Mascarúa sin juicio alguno el 25 de septiembre de 1936, apenas diez días antes de que José Antonio Aguirre fuese nombrado primer Lehendakari y acabase con los paseos y los asesinatos arbitrarios. Tenía cuarenta y seis años, los mismos que ahora tengo yo, y os aseguro que no puedo dejar de sentir un cierto escalofrío al imaginarme la escena.
Fusilamiento de Maximiliano I, de Edouard Manet |
Don Julio Caro Baroja, que también lo conoció, escribió con pesar: “su fin trágico no fue el que correspondía a alguien de carácter tan apacible”.
Todavía en 1965, su amigo César González Ruano le recordaba en su Diario Íntimo, con motivo de la muerte ese mismo año de otro viejo conocido: el barón de Beorlegui, aquél a quien Fernando quiso hacer rey de Albania:
"Ha muerto ayer en Madrid el barón de Beorlegui, don Manuel González de Castejón, tan unido a raros recuerdos míos de aquellos años en que yo andaba mucho con el poeta Fernando de la Quadra Salcedo, marqués de los Castillejos, que proyectaba para su primo el acceso al trono de Albania. Beorlegui era ingeniero agrónomo, cantaba zortzicos y tenía una noble barba. A mí me recordaba físicamente a aquel zar Fernando de Bulgaria..."
Y por mi parte, acabo aquí con la estrambótica historia del último y soñador rey de Navarra, que me temo que he alargado demasiado. No me cabe la menor duda de que hubiese hecho buenas migas con él, de haber coincidido ambos en el tiempo.
Y, quién sabe, quizás hasta hubiese aceptado yo los derechos al trono de Albania que el sobrepasado barón de Beorlegui (al parecer su candidatura al trono trajo consigo que un grupo de albaneses, que el periódico republicano "La Libertad" describe muy gráficamente como "imponentes, llenos de cartucheras, embigotados y pavorosos" se empeñaran en servirle durante un tiempo como Guardia Personal, para solaz y diversión de toda la ciudad de Santander) no se atrevió a defender, porque además puedo confirmaros que el dolmán me sienta igual de bien que al rey Muskar XII de Syldavia...
De todas formas, ya sabéis: Euskalerria aurrera. Shkiperia perpara!
©MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2016