Castillo de Tudela, 4 de marzo de 1198
-Fernando, ¿has ido ya al kiosko como te ordené?
-Hubiera ido yo de mil amores, Sancho, si hubiese sabido qué cosa es un kiosko, claro está.
-¡Qué lástima vivir en una época tan atrasada! Te digo que habrá un día en que baste con ir al kiosko para saber cómo termina nuestra historieta favorita, sin tener que esperar una eternidad, como ahora me acontece con el libro de Job, Hace ya cuatro meses que nuestro canciller publicó el libro de Esther, y en buena lógica ya tenía que haber editado el mentado libro de Job, pero pasan los días y no puedo más que releer una y mil veces lo que ya ha entregado.
-Quizás si soltases más sanchetes, don Ferrando Pérez de Funes podría contratar ayudantes para dar un impulso a su magna obra.
-¿Has dicho a su Manga obra? ¡No quiero saber yo nada de esos dibujos provenientes del Cipango!
-A ver si tu altura y tu sordera están en franca relación, hermano, porque lo que he dicho es su magna obra. Magna, repito. Y reitero también la necesidad de que aflojes tu nutrida bolsa de los dineros, porque el canciller tiene ya elaborada una lista de ayudantes que muy bien podrían convertir nuestra Biblia en la más hermosa jamás realizada, mucho más importante que todos esos Beatos tan antiguos.
-¿Y qué nombres son esos? Mira que los sanchetes no crecen en las copas de los árboles, y mucho menos desde que ordené retirar yo el árbol crucífero de mis acuñaciones. ¿Te he contado ya porque escogí la media luna y la estrella para sustituir ese enramado emblema?
-¡Por Dios, tu historia en Chipre otra vez, no!
-¡Allí te hubiese querido yo ver a ti, mequetrefe! Ricardo y yo pusimos en fuga al malvado Comneno que había raptado a nuestra hermana, y era de ver que jaculatorias y trisagiones en griego nos cantó para evitar que le cortásemos en rodajas, que es lo que se merecía...
-Vale, deja ya de irte por los cerros de Limassol y atiende a la selección de iluminadores que ha hecho don Ferrando. Por ejemplo, de Flandes ha contactado con el señor de Hergé y con el señor de Jacobs...
-Los conozco a ambos. Buenos elementos. El señor de Hergé me pidió permiso para retratarme y utilizar mi semblante para narrar las aventuras de un capitán, creo que se llamaba de Hadoque, porque dijo que mi carácter era el apropiado. ¡Y no sé por qué dijo tal cosa, truenos y rayos! El de Jacobs me presentó en Loches a dos lealísimos caballeros ingleses: el señor de Blake y el señor de Mortimer, con quienes tuve la fortuna de zurrar la badana a base de bien al conde de Tolosa. ¿Quién más quiere don Ferrando que contrate?
-Del otro lado del mar, el señor de Kirby y el señor de Foster. El primero es ya famoso por haber contado las hazañas del Capitán Bastárrica, un enmascarado famoso por emplear en sus combates sólo un escudo, y nunca una espada. El segundo te pidió permiso hace tiempo para utilizar tus historias chipriotas dibujando un Príncipe Valiente que sería sin duda tu alter ego, pero cabezota como siempre, no se lo quisiste dar.
-¡Es que me quería dibujar con unos pelos que parecía yo Crispín, el escudero zangolotino de ese Capitán Trueno que está todo el día retándome a participar en un torneo contra él. Y yo sólo quiero llevar el pelo más tan largo como los seguidores del Barón Rojo. ¿Te suena su última trova, Fernando?: "¡Barón, héroe de cuento, amo de las nubes, señor del viento...!"
-Ya veo, ya. Pero por Dios, deja de hacer como que tocas la mandolina y de mover tu pelo a diestra y a siniestra, que te tomarán por loco...
-Pues nuestro cuñado Ricardo siempre dice que el Heavy es religión...
-Si él lo dice, así será, pero volvamos a lo nuestro. ¿Pagarás a todos estos señores historietistas o no?
-¡No pienso hacerlo, que sería una gran lástima romper la unidad de estilo que va imponiendo a su obra don Ferrando! Lo que te pasa es que hace mucho tiempo que no pasas por su taller, pero la última vez que estuve yo pude contemplar muchas páginas dibujadas ya, adelantándose al plan original. Las que más me gustaron fueron la del crudelísimo desmembramiento de Santa Corona, empleando dos palmeras, que hay que ser bruto, y la de la multitud que espera que comience el Juicio Final. Y están ahí representados algunos amigos nuestros, y sin duda alguna el más guapos e inteligente. Basta simplemente con fijarse un poco...
-Fernando, ¿has ido ya al kiosko como te ordené?
-Hubiera ido yo de mil amores, Sancho, si hubiese sabido qué cosa es un kiosko, claro está.
-¡Qué lástima vivir en una época tan atrasada! Te digo que habrá un día en que baste con ir al kiosko para saber cómo termina nuestra historieta favorita, sin tener que esperar una eternidad, como ahora me acontece con el libro de Job, Hace ya cuatro meses que nuestro canciller publicó el libro de Esther, y en buena lógica ya tenía que haber editado el mentado libro de Job, pero pasan los días y no puedo más que releer una y mil veces lo que ya ha entregado.
-Quizás si soltases más sanchetes, don Ferrando Pérez de Funes podría contratar ayudantes para dar un impulso a su magna obra.
-¿Has dicho a su Manga obra? ¡No quiero saber yo nada de esos dibujos provenientes del Cipango!
-A ver si tu altura y tu sordera están en franca relación, hermano, porque lo que he dicho es su magna obra. Magna, repito. Y reitero también la necesidad de que aflojes tu nutrida bolsa de los dineros, porque el canciller tiene ya elaborada una lista de ayudantes que muy bien podrían convertir nuestra Biblia en la más hermosa jamás realizada, mucho más importante que todos esos Beatos tan antiguos.
-¿Y qué nombres son esos? Mira que los sanchetes no crecen en las copas de los árboles, y mucho menos desde que ordené retirar yo el árbol crucífero de mis acuñaciones. ¿Te he contado ya porque escogí la media luna y la estrella para sustituir ese enramado emblema?
-¡Por Dios, tu historia en Chipre otra vez, no!
-¡Allí te hubiese querido yo ver a ti, mequetrefe! Ricardo y yo pusimos en fuga al malvado Comneno que había raptado a nuestra hermana, y era de ver que jaculatorias y trisagiones en griego nos cantó para evitar que le cortásemos en rodajas, que es lo que se merecía...
-Vale, deja ya de irte por los cerros de Limassol y atiende a la selección de iluminadores que ha hecho don Ferrando. Por ejemplo, de Flandes ha contactado con el señor de Hergé y con el señor de Jacobs...
-Los conozco a ambos. Buenos elementos. El señor de Hergé me pidió permiso para retratarme y utilizar mi semblante para narrar las aventuras de un capitán, creo que se llamaba de Hadoque, porque dijo que mi carácter era el apropiado. ¡Y no sé por qué dijo tal cosa, truenos y rayos! El de Jacobs me presentó en Loches a dos lealísimos caballeros ingleses: el señor de Blake y el señor de Mortimer, con quienes tuve la fortuna de zurrar la badana a base de bien al conde de Tolosa. ¿Quién más quiere don Ferrando que contrate?
-Del otro lado del mar, el señor de Kirby y el señor de Foster. El primero es ya famoso por haber contado las hazañas del Capitán Bastárrica, un enmascarado famoso por emplear en sus combates sólo un escudo, y nunca una espada. El segundo te pidió permiso hace tiempo para utilizar tus historias chipriotas dibujando un Príncipe Valiente que sería sin duda tu alter ego, pero cabezota como siempre, no se lo quisiste dar.
-¡Es que me quería dibujar con unos pelos que parecía yo Crispín, el escudero zangolotino de ese Capitán Trueno que está todo el día retándome a participar en un torneo contra él. Y yo sólo quiero llevar el pelo más tan largo como los seguidores del Barón Rojo. ¿Te suena su última trova, Fernando?: "¡Barón, héroe de cuento, amo de las nubes, señor del viento...!"
-Pues nuestro cuñado Ricardo siempre dice que el Heavy es religión...
-Si él lo dice, así será, pero volvamos a lo nuestro. ¿Pagarás a todos estos señores historietistas o no?
-¡No pienso hacerlo, que sería una gran lástima romper la unidad de estilo que va imponiendo a su obra don Ferrando! Lo que te pasa es que hace mucho tiempo que no pasas por su taller, pero la última vez que estuve yo pude contemplar muchas páginas dibujadas ya, adelantándose al plan original. Las que más me gustaron fueron la del crudelísimo desmembramiento de Santa Corona, empleando dos palmeras, que hay que ser bruto, y la de la multitud que espera que comience el Juicio Final. Y están ahí representados algunos amigos nuestros, y sin duda alguna el más guapos e inteligente. Basta simplemente con fijarse un poco...
©MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2017