Mientras preparaba mi libro "Príncipe de Viana: el hombre que pudo reinar", fueron saliéndome al paso multitud de personajes que llevan 600 años durmiendo el sueño de los justos en los documentos de Comptos. A algunos los incorporé a mi narración, a otros, por su especial rareza o interés, los dejé para otra ocasión.
Uno de los que más llamó mi atención fue aquel de quien hoy voy a hablaros, porque su mera existencia supondría, en un sentido amplio, la confirmación de que Carlos de Viana, y sus hermanas, las princesas Blanca y Leonor tuvieron otro "hermanico" desconocido.
Sí, se sabe que la reina doña Blanca y su marido Juan II tuvieron 4 vástagos, porque la primera de sus hijas, la infanta Juana, murió con apenas tres años en Tudela, a principios del año 1425, cuando sus padres todavía no reinaban (lo harían a partir de septiembre de ese mismo año, cuando murió Carlos III el Noble en Olite). Curiosamente, la tumba de Juana es la única de los cuatro hermanos que conservamos, muy probablemente porque murió tan pequeña, que a su padre no le dio tiempo a martirizarla, que es a lo que se dedicó con gran esmero con sus otros tres hijos, que ni tiempo tuvieron en su asendereada vida para fijar su lugar de enterramiento.
Pero la infantica Juana fue sepultada en los Franciscanos de Tudela, templo derribado tras la desamortización, a mediados del siglo XIX, y del que la Comisión de Monumentos de Navarra pudo salvar el sepulcro del que hablamos, aunque desafortunadamente, no su lauda, de la que por un dibujo antiguo sabemos que mostraba la figura yacente de la princesica. Como decía, en la actualidad podemos contemplar la tumba en el Museo de Navarra.
Pero no me estaba refiriendo a Juana con lo del "hermanico" desconocido, sino a otra persona también sepultada, no entre piedras bien labradas, sino entre papeles muy bien escritos, el primero de los cuales lleva fecha de 6 de junio de 1440:
Ahí tenemos pues al misterioso Johanico Trobat, "criado de la reina", que paga sus gastos de manutención a una nodriza llamada María de Tineo. Pero un criado no es un hijo, ¿así que por qué digo que los principes de Navarra tuvieron un hermano que había pasado desapercibido hasta ahora?
Pues por lo que sorprendentemente afirma dos años más tarde el siguiente documento, fechado el 20 de febrero de 1442:
"Johanico Trobado", es decir, en castellano moderno: "Juanito Encontrado", ¿y dónde lo encontraron? En la puerta de la iglesia de San Jorge de Tudela, que en aquel año de 1439 -fecha de tan feliz descubrimiento- todavía estaba situada en la actual Plaza del Mercadal de aquella ciudad.
Y que según el erudito Juan Antonio Fernández, era más o menos así. O sea: una fábrica gótica de una sola nave, con dos campanarios. A la puerta de esta iglesia, que no comparte con la actual más que la advocación de San Jorge, es donde la madre o el padre verdaderos dejarían a Johanico, sabiendo o bien que precisamente por aquel mismo lugar iba a pasar la reina doña Blanca, o bien que al menos estaba alojada en aquel momento en el palacio real de Tudela, y no dejaría por tanto sin protección a la criatura abandonada, pues era famosa por su bondad y por su exacerbada piedad, que demostró con creces al amparar al niño y al encomendár su crianza (de ahí la denominación de "Criado" del primer documento, que no quería decir, como podríamos entender actualmente, que fuera alguien al servicio de la reina, sino un niño cuya crianza estaba a cargo de la soberana de Navarra) a una nodriza llamada María de Tineo, mujer de un pescador tudelano llamado Johan de Aibar. Puede que incluso en la Tudela medieval, la puerta de la iglesia de San Jorge fuera el lugar acostumbrado para abandonar a las criaturas que no se podía o no se quería reconocer.
Observemos, sin embargo, que todos los recibos los firma el príncipe de Viana, porque su madre, doña Blanca, no hubiera podido hacerlo, ya que salió a principios del año 1440 de Navarra para acompañar a su hija del mismo nombre a su boda con el príncipe Enrique de Castilla, y ya no regresó de aquel reino (al menos con vida, aunque esa es otra historia), pues falleció en Santa María de Nieva -Segovia- el 1 de abril de 1441. Pero la Casa Real de Navarra siguió atendiendo el deseo de la monarca y pagando la manutención del tudelano Johanico, como atestigua el siguiente documento, fechado el 18 de enero de 1444:
Aunque aquí el magnífico archivero Florencio Idoate tuvo un error de transcripción, porque ya hemos visto que Juanito fue encontrado en 1439, y no en 1429, concretamente en el mes de marzo. Por cierto que ya vemos que la nodriza se queja de no haber recibido nada en 1443, posiblemente por el inicio de las desavenencias entre el príncipe de Viana y su padre, que acabarían desembocando en la feroz guerra civil iniciada en 1451, aunque su auténtico origen estuviera en la muerte de la reina propietaria, diez años antes.
Pero a pesar de todo el príncipe siguió ocupándose de su "hermanastro" Johanico, esta vez proporcionándole tela para que María de Tineo le tejiera un traje. Y la última aparición documental de tan singular personaje está fechada el 16 de mayo de 1446, cuando María de Tineo recibe un salario de 18 libras, por cuidar al ya mozuelo -7 años- Johanico, como le encomendó la difunta reina doña Blanca.
Es una verdadera lástima que no volvamos a saber más de Johanico, porque... ¿qué partido habría tomado cuando estallase la futura guerra entre su "hermano adoptivo" y su "padre adoptivo"? Sabiendo, como ahora sabemos, el trato que dispensó Juan II a sus hijos legítimos, no cabe demasiada duda de cómo hubiera tratado al adoptivo -por llamarle de algún modo-, así que quiero pensar que Johanico se habría puesto de parte de su hermano Carlos, aunque teniendo en cuenta que en 1451 sólo tendría 12 años, no estaría para entrar en combate alguno. En cualquier caso, al menos como escritor tampoco me parece mal no saber nada más sobre Johanico, porque eso me permite imaginar muchas de sus posibles andanzas, y no digo que en un futuro no vaya yo a novelarlas, porque me parece que tienen muchas posibilidades...
Aunque, bien pensado, quizás lo más lógico sería apostar por que el mocete murió en algún momento a partir de la primavera de 1446, quizás porque quienes debían mantenerlo ya estaban a otras cosas más graves y dejaron de hacerlo, quizás simplemente porque en aquella época la mortandad infantil era terrible, y no bastaría con el pescado del Ebro para mantener la precaria salud del chico. Si hubiera vivido más años doña Blanca, quizás la vida de su protegido hubiera sido distinta, o quizás no, quién sabe.
Lo único cierto es que el tudelano Johanico Trobado podría presumir, al menos durante unos años, de haber sido salvado por una reina, igual que seis siglos después, unos olitenses de buen corazón lanzaron una campaña para salvar a la propia doña Blanca, al menos a la única representación fidedigna que de ella nos queda, que estaba a punto de perderse por el abandono y por el cierzo que sopla por aquel bendito lugar. Y consiguieron su objetivo, cosa que aplaudo y les agradezco sobremanera...
© MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2019