Puente de Larrangoz, 1 de febrero de 1355
-Imagina que María ha sido raptada por un malvado dragón y espera que la rescates de su torre-prisión, al otro lado de este movedizo puente. Sólo te falta enfrentarte a mí, tu dragón. Y por supuesto vencerme...
-Es fácil imaginar, maestro. Lo difícil es llevar a cabo tal misión con los ojos vendados y completamente empapado por esta lluvia que no cesa de caer.
-Si fuera sencillo, todo el mundo sería caballero, presuntuoso Juan Martínez de Medrano. Pero no: los aragoneses no rodearán tus tierras para no molestarte en una de sus frecuentes incursiones, ni las puertas de Jerusalén se abrirán para ti sin combatir a docenas de sarracenos.Ahora soy yo el problema que debes afrontar: estoy delante de ti para impedir que alcances la victoria. O quizás no, puede que esté detrás. El bramido del río bajo nuestros pies te envuelve y no te permite distinguir bien de donde proviene mi voz. Y piensa también que faltan varias tablas en el suelo, y que por esos agujeros podrías escurrirte a la helada corriente. Tu padre debería ordenar arreglar este puente, pero en lugar de eso prefiere pagarme para que te entrene. Cuestión de prioridades, ¿no es cierto, joven aprendiz? ¡Hora de la primera lección! ¡Eh, muy bien! Has conseguido aislar el siseo de mi espada al cortar el aire lo suficiente como para parar mi golpe con la tuya, pero al adelantar tanto tus brazos has perdido el precario equilibrio que aún conservabas y por tanto... ¡al agua!
-¡Dios, está helada! ¡Haré que mi padre te haga desollar!
-Olvídalo, pretencioso Juan: ni tu padre ni ningún otro caballero de estos contornos es enemigo suficiente para Martín Ramírez de Arellano, espadero mayor de Su Majestad el rey Carlos II de Navarra, momentaneamente a tu disposición para lograr que ames a tu espada tanto o más que a esa María de Ekai que tanto frecuentas, y que por tu evidente incapacidad acaba de ser devorada por el dragón.
-¡Te destriparé, fanfarrón! ¡Tus vísceras servirán de alimento a los puercos!
-¡Ese es el espíritu! Pero antes de que la rabia ciegue del todo tus ojos, permíteme que vuelva a colocar sobre ellos la venda. Segunda oportunidad para rescatar a tu princesa: Concéntrate: no puedes ver, estás congelado, el Irati amenaza con tragarte de nuevo en cuanto cometas un error, el puente que tu padre no arregla se balancea en el aire como una hoja en otoño por los vacilantes pasos que das mientras avanzas y porque yo lo muevo también con fuerza para reírme de ti. Pero reírme de ti no es lo único que planeo hacerte: voy a partirte por la mitad con mi espada: haré que silbe desde la izquierda y te atacaré por tu flanco derecho, o quizás lo haga al revés, los dragones somos tan caprichosos...
-Sigue hablando, fanfarrón, mientras tu voz me lleva directamente hacia ti y soy yo el que separa tu cabeza del cuerpo con este veloz tajo...
-¡Hay ciegos pidiendo en las puertas de San Nicolás de Pamplona mucho más rápidos que tú, estúpido Juanico! Braceas en el aire como si estuvieras en el agua, y bien mirado lo estás, porque me basta darte una patada en ese lentísimo trasero tuyo para que vuelvas a sentir el gélido beso de la dama del Irati. ¡Al agua!
-¡Te mataré, maldito viejo! ¡Te trocearé con cuchillos oxidados! ¡Verteré vinagre en tus heridas!
-El coraje hay que demostrarlo sobre el puente, no bajo él, mi impulsivo amigo. Cuando tus enemigos te venzan por no saber dominar tu furia, no te arrojarán al agua, sino al Infierno. Y de ahí nadie te dará la oportunidad de salir, como yo estoy haciendo contigo. ¡Vuelve a colocarte la venda sobre los ojos!
-¡Pero estoy agotado!
-¡Agotado y muerto son conceptos iguales para mí! ¿Subes o prefieres que baje a buscarte? Ya sabes lo poco que me gusta mojarme los pies...
-¡Sí, Juan, sube! ¡Hazlo por mí!
-¿Qué haces aquí, María?
-La invité yo, empapado y ridículo joven. Pensé que le daría más realismo a mi historia y que así tendrías una motivación extra para destrozarme, destriparme y todas esas cosas que dices que quieres hacerme. Venga, muchacho, tu princesa está al otro lado del puente y sólo este viejo dragón te separa de ella. Pero no te lo pondré tan fácil como hasta ahora: además de no ver ahora te haré girar varias veces sobre ti mismo como una peonza para que al movimiento de este fragilísimo puente se una también el de tu maltrecha cabeza. Aunque te daré una oportunidad de orientarte: ¡Hermosa María, canta una canción para que tu impetuoso enamorado pueda acabar en tus brazos! Pero que sea una que lo estimule a dar lo mejor de sí mismo, o me temo que acabará río abajo otra vez...
-¡Sé cual le hará conseguirlo, don Martín! Escucha, Juan:
"Oh no, not I,
I will survive,
oh as long as i know how to love
I know I'll stay alive.
I've got all my life to live.
I've got all my love to give.
And I'll survive
I will survive
yeah, yeah."
"Pues no, yo no.
Sobreviviré.
Mientras sepa cómo amar, sé que estaré vivo.
Tengo toda mi vida para vivir.
Tengo todo mi amor para dar.
Sobreviviré.
Sobreviviré.
Sí, sí."
-Tiene buena voz tu princesa... Lo malo es que ahora su canto se une al rugir del río, al zapateado de las gotas de lluvia sobre tu cabeza, a los agujeros del puente, a las punzadas de tus pies calados dentro de tus botas y, muy pronto, al golpe de mi espada que te volverá a arrojar al abismo una vez más. Y en esta ocasión María te estará viendo y a todas esas sensaciones se añadirá la de una vergüenza infinita que pugnará por desasirse de tu aterida garganta. ¡Cómo lo voy a disfrutar!
-Siempre hablando y hablando sin parar, pero sin duda me habéis enseñado bien... El movimiento del puente, el aullido del río, el ulular de tu espada presta a descargarse sobre mí, incluso el cantar de María son solo distracciones, trincheras en las que caer sin haber llegado a la puerta principal del castillo.Ese portón cuyos goznes chirrían, como lo hacen vuestras nada engrasadas espuelas sobre este tambaleante suelo. Así que finta a la derecha, ataque por el flanco izquierdo, y...¡al agua, mi señor espadero mayor!
-¡Bravo, Juan! -¡No deberías besarla con tanto anhelo,muchacho, aún no te he enseñado lo suficiente como para enfrentarte al señor de Ekai! -¡No os riais tanto, y mejor quedaos en la otra orilla, recordad que aún me queda trocearos y arrojaros a los cutos! Aunque eso lo dejaremos para mañana, ¿no te parece,María?
-Lo que me parece es que soy yo quien debería cobrar las lecciones de espada que recibes: esa estocada te la enseñé yo.
-Pobre Ramírez, tantos años y todavía no ha comprendido que la esgrima es como una danza ¿Y acaso hay quien baile en el mundo mejor que una mujer?
©Mikel Zuza Viniegra
Fotógrafía del puente de Larrangoz por Palmilla |
-Imagina que María ha sido raptada por un malvado dragón y espera que la rescates de su torre-prisión, al otro lado de este movedizo puente. Sólo te falta enfrentarte a mí, tu dragón. Y por supuesto vencerme...
-Es fácil imaginar, maestro. Lo difícil es llevar a cabo tal misión con los ojos vendados y completamente empapado por esta lluvia que no cesa de caer.
-Si fuera sencillo, todo el mundo sería caballero, presuntuoso Juan Martínez de Medrano. Pero no: los aragoneses no rodearán tus tierras para no molestarte en una de sus frecuentes incursiones, ni las puertas de Jerusalén se abrirán para ti sin combatir a docenas de sarracenos.Ahora soy yo el problema que debes afrontar: estoy delante de ti para impedir que alcances la victoria. O quizás no, puede que esté detrás. El bramido del río bajo nuestros pies te envuelve y no te permite distinguir bien de donde proviene mi voz. Y piensa también que faltan varias tablas en el suelo, y que por esos agujeros podrías escurrirte a la helada corriente. Tu padre debería ordenar arreglar este puente, pero en lugar de eso prefiere pagarme para que te entrene. Cuestión de prioridades, ¿no es cierto, joven aprendiz? ¡Hora de la primera lección! ¡Eh, muy bien! Has conseguido aislar el siseo de mi espada al cortar el aire lo suficiente como para parar mi golpe con la tuya, pero al adelantar tanto tus brazos has perdido el precario equilibrio que aún conservabas y por tanto... ¡al agua!
-¡Dios, está helada! ¡Haré que mi padre te haga desollar!
-Olvídalo, pretencioso Juan: ni tu padre ni ningún otro caballero de estos contornos es enemigo suficiente para Martín Ramírez de Arellano, espadero mayor de Su Majestad el rey Carlos II de Navarra, momentaneamente a tu disposición para lograr que ames a tu espada tanto o más que a esa María de Ekai que tanto frecuentas, y que por tu evidente incapacidad acaba de ser devorada por el dragón.
-¡Te destriparé, fanfarrón! ¡Tus vísceras servirán de alimento a los puercos!
-¡Ese es el espíritu! Pero antes de que la rabia ciegue del todo tus ojos, permíteme que vuelva a colocar sobre ellos la venda. Segunda oportunidad para rescatar a tu princesa: Concéntrate: no puedes ver, estás congelado, el Irati amenaza con tragarte de nuevo en cuanto cometas un error, el puente que tu padre no arregla se balancea en el aire como una hoja en otoño por los vacilantes pasos que das mientras avanzas y porque yo lo muevo también con fuerza para reírme de ti. Pero reírme de ti no es lo único que planeo hacerte: voy a partirte por la mitad con mi espada: haré que silbe desde la izquierda y te atacaré por tu flanco derecho, o quizás lo haga al revés, los dragones somos tan caprichosos...
-Sigue hablando, fanfarrón, mientras tu voz me lleva directamente hacia ti y soy yo el que separa tu cabeza del cuerpo con este veloz tajo...
-¡Hay ciegos pidiendo en las puertas de San Nicolás de Pamplona mucho más rápidos que tú, estúpido Juanico! Braceas en el aire como si estuvieras en el agua, y bien mirado lo estás, porque me basta darte una patada en ese lentísimo trasero tuyo para que vuelvas a sentir el gélido beso de la dama del Irati. ¡Al agua!
-¡Te mataré, maldito viejo! ¡Te trocearé con cuchillos oxidados! ¡Verteré vinagre en tus heridas!
-El coraje hay que demostrarlo sobre el puente, no bajo él, mi impulsivo amigo. Cuando tus enemigos te venzan por no saber dominar tu furia, no te arrojarán al agua, sino al Infierno. Y de ahí nadie te dará la oportunidad de salir, como yo estoy haciendo contigo. ¡Vuelve a colocarte la venda sobre los ojos!
-¡Pero estoy agotado!
-¡Agotado y muerto son conceptos iguales para mí! ¿Subes o prefieres que baje a buscarte? Ya sabes lo poco que me gusta mojarme los pies...
-¡Sí, Juan, sube! ¡Hazlo por mí!
-¿Qué haces aquí, María?
-La invité yo, empapado y ridículo joven. Pensé que le daría más realismo a mi historia y que así tendrías una motivación extra para destrozarme, destriparme y todas esas cosas que dices que quieres hacerme. Venga, muchacho, tu princesa está al otro lado del puente y sólo este viejo dragón te separa de ella. Pero no te lo pondré tan fácil como hasta ahora: además de no ver ahora te haré girar varias veces sobre ti mismo como una peonza para que al movimiento de este fragilísimo puente se una también el de tu maltrecha cabeza. Aunque te daré una oportunidad de orientarte: ¡Hermosa María, canta una canción para que tu impetuoso enamorado pueda acabar en tus brazos! Pero que sea una que lo estimule a dar lo mejor de sí mismo, o me temo que acabará río abajo otra vez...
-¡Sé cual le hará conseguirlo, don Martín! Escucha, Juan:
"Oh no, not I,
I will survive,
oh as long as i know how to love
I know I'll stay alive.
I've got all my life to live.
I've got all my love to give.
And I'll survive
I will survive
yeah, yeah."
"Pues no, yo no.
Sobreviviré.
Mientras sepa cómo amar, sé que estaré vivo.
Tengo toda mi vida para vivir.
Tengo todo mi amor para dar.
Sobreviviré.
Sobreviviré.
Sí, sí."
-Tiene buena voz tu princesa... Lo malo es que ahora su canto se une al rugir del río, al zapateado de las gotas de lluvia sobre tu cabeza, a los agujeros del puente, a las punzadas de tus pies calados dentro de tus botas y, muy pronto, al golpe de mi espada que te volverá a arrojar al abismo una vez más. Y en esta ocasión María te estará viendo y a todas esas sensaciones se añadirá la de una vergüenza infinita que pugnará por desasirse de tu aterida garganta. ¡Cómo lo voy a disfrutar!
-Siempre hablando y hablando sin parar, pero sin duda me habéis enseñado bien... El movimiento del puente, el aullido del río, el ulular de tu espada presta a descargarse sobre mí, incluso el cantar de María son solo distracciones, trincheras en las que caer sin haber llegado a la puerta principal del castillo.Ese portón cuyos goznes chirrían, como lo hacen vuestras nada engrasadas espuelas sobre este tambaleante suelo. Así que finta a la derecha, ataque por el flanco izquierdo, y...¡al agua, mi señor espadero mayor!
-¡Bravo, Juan! -¡No deberías besarla con tanto anhelo,muchacho, aún no te he enseñado lo suficiente como para enfrentarte al señor de Ekai! -¡No os riais tanto, y mejor quedaos en la otra orilla, recordad que aún me queda trocearos y arrojaros a los cutos! Aunque eso lo dejaremos para mañana, ¿no te parece,María?
-Lo que me parece es que soy yo quien debería cobrar las lecciones de espada que recibes: esa estocada te la enseñé yo.
-Pobre Ramírez, tantos años y todavía no ha comprendido que la esgrima es como una danza ¿Y acaso hay quien baile en el mundo mejor que una mujer?
©Mikel Zuza Viniegra