Mirabella, Sicilia, 10 de junio de 1459
Si acaso llegan a darse cuenta, estarán ya en alta mar y les resultará imposible regresar para buscarte.
Sí, quizás el cruel gobernador Moncayo, temiendo la ira del rey Juan, pondrá patas arriba la isla, pero le resultará muy difícil hallarte en este pequeño pueblo del interior. ¿Quién vendría a buscar aquí a un príncipe? Nadie en sus cabales, aunque tú sí hayas venido en busca de una reina.
Además: tú ya no eres príncipe.
Eneco de Eristain, tu amigo desde la infancia y que guarda un gran parecido contigo -algo a lo que siempre has sospechado que no fue nada ajeno tu propio padre-, se ha prestado a ayudarte a huir. No de corte en corte, o de ciudad en ciudad como acostumbrabas: sino de ti mismo y para siempre.
En este preciso instante, mientras tú la buscas entre las cuadrillas de segadoras, el que todos toman por ti está embarcando en Palermo. Lleva tus mejores galas, las que muestran bordados tus escudos de Navarra y Evreux y todas tus divisas: la del Lebrel blanco, la de la Orden de Bonefoy y la del Triple Lazo. Y nadie se extraña de que la capucha de su manto tape su cabeza, porque todos tienen al príncipe por taciturno y excéntrico. Piensan que lo hace para que no puedan ver su cara de disgusto al abandonar Sicilia en contra de su voluntad. No importa: será un mejor príncipe de Viana que tú.
Pero la voluntad de un príncipe puede esta vez mucho menos que la de un campesino, que es lo que vas a ser tú desde ahora mismo. Toda tu vida anterior no ha sido más que una sucesión de infortunios, pero el exilio te trajo a Sicilia, y en Sicilia, por puro azar, a Mirabella. La primera vez llegaste de paso, como un gran señor, y ahora vuelves convertido para siempre en un paisano más. Has cambiado la lujosa hopalanda por una simple camisa blanca de lino, la espada por una hoz, la corona esquiva por un sombrero de paja. Y cada paso que das te acerca más y más a la paz que nunca has tenido
Ella apenas se atrevió entonces a levantar su mirada cuando pasaste a caballo por la calle principal, así que no podrá reconocerte. Pero tú podrías distinguir ese rostro entre los de todas las mujeres del mundo, porque desde entonces no duermes pensando en ella.
Y vas a dejar todo atrás: los fracasos, las intrigas, los aduladores, la tristeza y lo inútil. Todo menos sus ojos negros y su piel tostada por el sol y por el duro trabajo del campo. Muy pronto, cuando tengas que labrar,sembrar, segar, trillar y recoger el grano, tú también abandonarás tu aristocrática palidez y serás un labrador más entre otros muchos. Tus espigas y las de ella formarán un solo haz. Pero antes de que tus manos se ennoblezcan -ahora de verdad- poblándose de callos, y tus dedos no puedan hacer sonar ya las cuerdas del laúd, tienes que encontrarla para que escuche lo que has compuesto para ella en su mismo idioma siciliano, el único que hablarás ya hasta que mueras.
Allí está, a la sombra de los olivos. Ríe, suda, canta y viste como las demás, pero no es como las demás. No te importa ya Navarra, y mucho menos Aragón. Y te daría igual que te ofreciesen también el trono de Castilla o el de Inglaterra, porque ella es ya tu única patria.
Una vez oíste tocar a los músicos de la capilla real de Francia, pero si estuviesen aquí te envidiarían, pues ninguno lo hizo nunca para una reina como la tuya, que no tiene más oro que el sol ni más tierra que su campo. Y cantas para que ella te reconozca y para reconocerte tú mismo.
Carlos ha muerto.
Carlos vive.
"T'amai di quannu stavi dintr'a la naca
T'addivai ducizza a mudicci a mudicci
Silenziu d'amuri ca camini intr'a li vini
Nun è pussibili staccarimi di tia.
Nun chianciti no, albiri d'alivi
Amuri e beni vengunu di lontanu
Dilizia amata mia, sciattu di l'arma mia
Dammi lu cori, ca ti dugnu la vita.
Vacanti senza culura tengu lu senzu
Quanno na mamma si scorda a so figghiu
Tannu mi scordu d'amari a tia
Ti vogghu bene, picciridda mia.
Vulati acciduzzi iti ni ll'amata
Cantantici mentri nc'é morte e vita
Comu tuttu lu munnu esti la campagna
Tu si a riggina e ju re di Spagna".
"Te he amado desde que estabas en la cuna,
miga a miga te he dado mi ternura.
Silencio de amor que me corre por las venas,
no me es posible alejarme de ti.
No lloréis, olivos,
que el amor y el cariño venían ya de lejos.
Delicia, amada mía, aliento del alma mía,
dame tu corazón y yo te daré mi vida.
Igual que una madre
no puede olvidar el amor por su hijo.
Tampoco puedo yo olvidarme de amarte,
pues te quiero mucho, chiquitica mía,
Volad golondrinas, id donde esté ella
y cantadle mientras exista la muerte y exista la vida.
Todo un mundo ha de ser esta campiña,
tú serás la reina y yo el rey de España".
La canción es del músico siciliano Alfio Antico.
La interpretan Stefano Accorsi y l'Arpeggiata.
©Mikel Zuza Viniegra 2014
Y con esta historia se alcanza la redonda cifra de 100.000 visitas a mi blog.
Si acaso llegan a darse cuenta, estarán ya en alta mar y les resultará imposible regresar para buscarte.
Sí, quizás el cruel gobernador Moncayo, temiendo la ira del rey Juan, pondrá patas arriba la isla, pero le resultará muy difícil hallarte en este pequeño pueblo del interior. ¿Quién vendría a buscar aquí a un príncipe? Nadie en sus cabales, aunque tú sí hayas venido en busca de una reina.
Además: tú ya no eres príncipe.
Eneco de Eristain, tu amigo desde la infancia y que guarda un gran parecido contigo -algo a lo que siempre has sospechado que no fue nada ajeno tu propio padre-, se ha prestado a ayudarte a huir. No de corte en corte, o de ciudad en ciudad como acostumbrabas: sino de ti mismo y para siempre.
En este preciso instante, mientras tú la buscas entre las cuadrillas de segadoras, el que todos toman por ti está embarcando en Palermo. Lleva tus mejores galas, las que muestran bordados tus escudos de Navarra y Evreux y todas tus divisas: la del Lebrel blanco, la de la Orden de Bonefoy y la del Triple Lazo. Y nadie se extraña de que la capucha de su manto tape su cabeza, porque todos tienen al príncipe por taciturno y excéntrico. Piensan que lo hace para que no puedan ver su cara de disgusto al abandonar Sicilia en contra de su voluntad. No importa: será un mejor príncipe de Viana que tú.
Pero la voluntad de un príncipe puede esta vez mucho menos que la de un campesino, que es lo que vas a ser tú desde ahora mismo. Toda tu vida anterior no ha sido más que una sucesión de infortunios, pero el exilio te trajo a Sicilia, y en Sicilia, por puro azar, a Mirabella. La primera vez llegaste de paso, como un gran señor, y ahora vuelves convertido para siempre en un paisano más. Has cambiado la lujosa hopalanda por una simple camisa blanca de lino, la espada por una hoz, la corona esquiva por un sombrero de paja. Y cada paso que das te acerca más y más a la paz que nunca has tenido
Ella apenas se atrevió entonces a levantar su mirada cuando pasaste a caballo por la calle principal, así que no podrá reconocerte. Pero tú podrías distinguir ese rostro entre los de todas las mujeres del mundo, porque desde entonces no duermes pensando en ella.
Y vas a dejar todo atrás: los fracasos, las intrigas, los aduladores, la tristeza y lo inútil. Todo menos sus ojos negros y su piel tostada por el sol y por el duro trabajo del campo. Muy pronto, cuando tengas que labrar,sembrar, segar, trillar y recoger el grano, tú también abandonarás tu aristocrática palidez y serás un labrador más entre otros muchos. Tus espigas y las de ella formarán un solo haz. Pero antes de que tus manos se ennoblezcan -ahora de verdad- poblándose de callos, y tus dedos no puedan hacer sonar ya las cuerdas del laúd, tienes que encontrarla para que escuche lo que has compuesto para ella en su mismo idioma siciliano, el único que hablarás ya hasta que mueras.
Allí está, a la sombra de los olivos. Ríe, suda, canta y viste como las demás, pero no es como las demás. No te importa ya Navarra, y mucho menos Aragón. Y te daría igual que te ofreciesen también el trono de Castilla o el de Inglaterra, porque ella es ya tu única patria.
Una vez oíste tocar a los músicos de la capilla real de Francia, pero si estuviesen aquí te envidiarían, pues ninguno lo hizo nunca para una reina como la tuya, que no tiene más oro que el sol ni más tierra que su campo. Y cantas para que ella te reconozca y para reconocerte tú mismo.
Carlos ha muerto.
Carlos vive.
"T'amai di quannu stavi dintr'a la naca
T'addivai ducizza a mudicci a mudicci
Silenziu d'amuri ca camini intr'a li vini
Nun è pussibili staccarimi di tia.
Nun chianciti no, albiri d'alivi
Amuri e beni vengunu di lontanu
Dilizia amata mia, sciattu di l'arma mia
Dammi lu cori, ca ti dugnu la vita.
Vacanti senza culura tengu lu senzu
Quanno na mamma si scorda a so figghiu
Tannu mi scordu d'amari a tia
Ti vogghu bene, picciridda mia.
Vulati acciduzzi iti ni ll'amata
Cantantici mentri nc'é morte e vita
Comu tuttu lu munnu esti la campagna
Tu si a riggina e ju re di Spagna".
"Te he amado desde que estabas en la cuna,
miga a miga te he dado mi ternura.
Silencio de amor que me corre por las venas,
no me es posible alejarme de ti.
No lloréis, olivos,
que el amor y el cariño venían ya de lejos.
Delicia, amada mía, aliento del alma mía,
dame tu corazón y yo te daré mi vida.
Igual que una madre
no puede olvidar el amor por su hijo.
Tampoco puedo yo olvidarme de amarte,
pues te quiero mucho, chiquitica mía,
Volad golondrinas, id donde esté ella
y cantadle mientras exista la muerte y exista la vida.
Todo un mundo ha de ser esta campiña,
tú serás la reina y yo el rey de España".
La canción es del músico siciliano Alfio Antico.
La interpretan Stefano Accorsi y l'Arpeggiata.
©Mikel Zuza Viniegra 2014
Y con esta historia se alcanza la redonda cifra de 100.000 visitas a mi blog.