Olite, 12 de agosto de 1496
Nosotros, los hermanos Jento y Mosse Cardeniel, hebreos residentes en vuestra leal villa y corte, como fieles súbditos que somos de nuestra Corona de Navarra, que protege a nuestro pueblo de todas las asechanzas que lo afligen, igual que los Macabeos hicieron en su época.
A vos, doña Catalina, reina y señora nuestra, y a vos, don Juan, su marido, rogamos y solicitamos satisfacción por las ofensas sufridas durante el saqueo que en abril del año pasado llevaron a cabo las tropas del malvado conde de Lerín, que no distinguieron entre judíos y cristianos a la hora de robar y matar a los moradores de esta villa.
Mas no crean Sus Majestades que lo que les pedimos es únicamente la restitución de las cosas materiales que entonces nos arrebataron, pues confiamos en que Yavéh proveerá y, como tantas otras veces, nuestra pequeña comunidad de fe saldrá adelante. Al menos mientras siga contando con vuestro real respaldo, que tanto cobijo ha dado y sigue dando en sus dominios a nuestros perseguidos hermanos de Castilla y Aragón, cosa que reconocemos y agradecemos sobremanera.
No, si sólo fuera eso no nos atreveríamos a molestaros con nuestras miserables cuitas. Pero es que entre los objetos que esos villanos rapiñaron en la judería, se hallaban los rollos de la sagrada Torá, que por estar su estuche forrado de plata, debió llamar su diabólica atención. No nos importa el metal, pueden quedárselo y pagar con él al diablo que los ha de sumergir en lo más profundo del Infierno. Pero la palabra de Dios no tiene precio, y no puede ser leída más que por el rabino en la Sinagoga, para que los hijos de Israel podamos aprender y seguir la ley que el bienaventurado Moisés recibió en la cumbre del Sinaí.
Así que humildemente postrados ante vuestro regio poder, que no conoce igual en la Tierra, os pedimos que hagáis todo lo posible para que durante la próxima tregua con vuestro archienemigo -y el de todo el pueblo leal de Navarra- don Luis de Beaumont, se puedan recuperar esos rollos que son para nosotros lo mismo que el faro es para los marineros que luchan contra los peligros del mar.
Shalom aleijem. La paz sea con vosotros.
Pamplona, 2 de octubre de 1498
Nos, don Juan, por la Gracia de Dios, Rey de Navarra, en mi nombre y en el de la Reina propietaria, doña Catalina. A quienes esta carta vieren u oyeren, mandato de obediencia inexcusable.
Convencidos de que sólo la Providencia dará y quitará razones con su sagrado juicio cuando traspasemos de nuestra existencia terrenal a la otra vida, y admitiendo para nuestra vergüenza y oprobio no poder resistir más las crecientes presiones de nuestros tíos los reyes Isabel de Castilla y Fernando de Aragón -llamados "los católicos- para que expulsemos también de nuestros dominios al pueblo hebreo. Mandamos y ordenamos que los que no se conviertan a la fe de Cristo salgan de nuestras fronteras en el plazo de tres meses contados a partir de hoy. Y que nadie les ayude bajo pena de excomunión y de muerte.
Codicilo secreto que habrá de enviarse sólo a la comunidad hebrea de nuestra leal villa de Olite:
Como es prerrogativa de los reyes saltarse sus propias leyes, y como suficiente castigo tenéis ya teniendo que elegir entre la conversión y el destierro, procedemos a satisfacer la justa petición que tan respetuosamente nos hicisteis hace apenas dos años.
Lo creáis o no, ese es el tiempo que nos ha costado conseguir que el maldito conde de Lerín ordenase a sus sicarios que devolviesen alguno de los objetos que os robaron. Siento anunciaros que el frágil pliego que acompaña esta misiva nuestra es lo único que esos salvajes dejaron de vuestra sagrada Torá. Y que aún eso podría considerarse como un milagro de vuestro Dios y del nuestro, que por compartir Testamento Antiguo bien puede decirse que son el mismo, pues no en vano el resto de libros y papeles ardieron en las cocinas de campaña de todas las revueltas, cercos y traiciones que los beaumonteses han promovido en Navarra desde entonces.
Ved que procedemos a devolvéroslo, ahora que estáis en el trance de exiliaros de vuestra morada ancestral, como muchos otros judíos antes que vosotros, porque me gustan los libros. Cualquier tipo de libros, incluso los que no puedo entender. Por eso hice venir al rabino de la judería de Pamplona, que me tradujo todo el fragmento que ahora os entrego. Son los capítulos 33, 34, 35 y 36 del Líbro de los Números, y el primero del Libro del Deuteronomio, que dice así:
"Yahvé, nuestro Dios, nos habló en Horeb y dijo: basta ya de habitar en este monte. Volveos y partid: id a la montaña de los amorreos y a todos sus vecinos en el Arabah, en la montaña, en la llanura, en el Negeb, y en la costa del mar, en la tierra de los cananeos y en el Líbano, hasta el gran río, el río Eufrates. Mirad, os he entregado esa tierra, id y heredad la tierra que Yahvé juró dar a vuestros padres Abraham, Isaac y Jacob, y a sus descendientes después de ellos..."
Los caminos del Señor son inescrutables, y quién sabe: quizás con este pequeño fragmento superviviente de la sagrada Torá os haya indicado el camino a seguir. En cualquier caso confío en que os lleve a donde os lleve, os resulte propicio.
Salud, y perdón.
ADENDA:
A finales de los años 70 del pasado siglo, mientras se restauraba un volumen de actas del Concejo de Olite de finales del siglo XV, apareció entre sus guardas un fragmento de la Torá hebrea que los judíos de la localidad emplearon para sus ceremonias durante siglos, y que un anónimo encuadernador salvó de la destrucción tras la expulsión del año 1498.
Gracias eternas le sean dadas por ello, aunque quizás no supiese bien lo que estaba haciendo, ni reconociese siquiera el carácter sagrado de tan singular pergamino...
Nosotros, los hermanos Jento y Mosse Cardeniel, hebreos residentes en vuestra leal villa y corte, como fieles súbditos que somos de nuestra Corona de Navarra, que protege a nuestro pueblo de todas las asechanzas que lo afligen, igual que los Macabeos hicieron en su época.
A vos, doña Catalina, reina y señora nuestra, y a vos, don Juan, su marido, rogamos y solicitamos satisfacción por las ofensas sufridas durante el saqueo que en abril del año pasado llevaron a cabo las tropas del malvado conde de Lerín, que no distinguieron entre judíos y cristianos a la hora de robar y matar a los moradores de esta villa.
Mas no crean Sus Majestades que lo que les pedimos es únicamente la restitución de las cosas materiales que entonces nos arrebataron, pues confiamos en que Yavéh proveerá y, como tantas otras veces, nuestra pequeña comunidad de fe saldrá adelante. Al menos mientras siga contando con vuestro real respaldo, que tanto cobijo ha dado y sigue dando en sus dominios a nuestros perseguidos hermanos de Castilla y Aragón, cosa que reconocemos y agradecemos sobremanera.
No, si sólo fuera eso no nos atreveríamos a molestaros con nuestras miserables cuitas. Pero es que entre los objetos que esos villanos rapiñaron en la judería, se hallaban los rollos de la sagrada Torá, que por estar su estuche forrado de plata, debió llamar su diabólica atención. No nos importa el metal, pueden quedárselo y pagar con él al diablo que los ha de sumergir en lo más profundo del Infierno. Pero la palabra de Dios no tiene precio, y no puede ser leída más que por el rabino en la Sinagoga, para que los hijos de Israel podamos aprender y seguir la ley que el bienaventurado Moisés recibió en la cumbre del Sinaí.
Así que humildemente postrados ante vuestro regio poder, que no conoce igual en la Tierra, os pedimos que hagáis todo lo posible para que durante la próxima tregua con vuestro archienemigo -y el de todo el pueblo leal de Navarra- don Luis de Beaumont, se puedan recuperar esos rollos que son para nosotros lo mismo que el faro es para los marineros que luchan contra los peligros del mar.
Shalom aleijem. La paz sea con vosotros.
Pamplona, 2 de octubre de 1498
Nos, don Juan, por la Gracia de Dios, Rey de Navarra, en mi nombre y en el de la Reina propietaria, doña Catalina. A quienes esta carta vieren u oyeren, mandato de obediencia inexcusable.
Convencidos de que sólo la Providencia dará y quitará razones con su sagrado juicio cuando traspasemos de nuestra existencia terrenal a la otra vida, y admitiendo para nuestra vergüenza y oprobio no poder resistir más las crecientes presiones de nuestros tíos los reyes Isabel de Castilla y Fernando de Aragón -llamados "los católicos- para que expulsemos también de nuestros dominios al pueblo hebreo. Mandamos y ordenamos que los que no se conviertan a la fe de Cristo salgan de nuestras fronteras en el plazo de tres meses contados a partir de hoy. Y que nadie les ayude bajo pena de excomunión y de muerte.
Codicilo secreto que habrá de enviarse sólo a la comunidad hebrea de nuestra leal villa de Olite:
Como es prerrogativa de los reyes saltarse sus propias leyes, y como suficiente castigo tenéis ya teniendo que elegir entre la conversión y el destierro, procedemos a satisfacer la justa petición que tan respetuosamente nos hicisteis hace apenas dos años.
Lo creáis o no, ese es el tiempo que nos ha costado conseguir que el maldito conde de Lerín ordenase a sus sicarios que devolviesen alguno de los objetos que os robaron. Siento anunciaros que el frágil pliego que acompaña esta misiva nuestra es lo único que esos salvajes dejaron de vuestra sagrada Torá. Y que aún eso podría considerarse como un milagro de vuestro Dios y del nuestro, que por compartir Testamento Antiguo bien puede decirse que son el mismo, pues no en vano el resto de libros y papeles ardieron en las cocinas de campaña de todas las revueltas, cercos y traiciones que los beaumonteses han promovido en Navarra desde entonces.
Ved que procedemos a devolvéroslo, ahora que estáis en el trance de exiliaros de vuestra morada ancestral, como muchos otros judíos antes que vosotros, porque me gustan los libros. Cualquier tipo de libros, incluso los que no puedo entender. Por eso hice venir al rabino de la judería de Pamplona, que me tradujo todo el fragmento que ahora os entrego. Son los capítulos 33, 34, 35 y 36 del Líbro de los Números, y el primero del Libro del Deuteronomio, que dice así:
"Yahvé, nuestro Dios, nos habló en Horeb y dijo: basta ya de habitar en este monte. Volveos y partid: id a la montaña de los amorreos y a todos sus vecinos en el Arabah, en la montaña, en la llanura, en el Negeb, y en la costa del mar, en la tierra de los cananeos y en el Líbano, hasta el gran río, el río Eufrates. Mirad, os he entregado esa tierra, id y heredad la tierra que Yahvé juró dar a vuestros padres Abraham, Isaac y Jacob, y a sus descendientes después de ellos..."
Los caminos del Señor son inescrutables, y quién sabe: quizás con este pequeño fragmento superviviente de la sagrada Torá os haya indicado el camino a seguir. En cualquier caso confío en que os lleve a donde os lleve, os resulte propicio.
Salud, y perdón.
ADENDA:
A finales de los años 70 del pasado siglo, mientras se restauraba un volumen de actas del Concejo de Olite de finales del siglo XV, apareció entre sus guardas un fragmento de la Torá hebrea que los judíos de la localidad emplearon para sus ceremonias durante siglos, y que un anónimo encuadernador salvó de la destrucción tras la expulsión del año 1498.
Gracias eternas le sean dadas por ello, aunque quizás no supiese bien lo que estaba haciendo, ni reconociese siquiera el carácter sagrado de tan singular pergamino...
© Mikel Zuza Viniegra, 2016