Uxue, 9 de octubre de 1355
-¿Y decís que este nuevo ingenio vuestro servirá para provocar aguda disentería a toda la corte de Francia, probo Sagastibelza?
-Así es, majestad. Os prometo que este descubrimiento mío de la turbina cuadrada, bien sujeta a la torre norte de Notre Dame de Paris (la que está más cerca del palacio real), y aprovechando el viento brumoso que cada tarde sube desde el Sena, hará que vuestros enemigos, con el usurpador que se hace llamar Juan II a la cabeza, se sientan tan indispuestos que no puedan salir del retrayt en días.
-Me place vuestro plan, pero más aún lo haría si la enfermedad no fuese tan leve, sino que todos ellos pasaran a ocupar prestamente el lugar que les corresponde en la basílica de Saint Dennis. Es por ello que en vez de la solución química que vos habéis preparado, haré que mis muy estimados "físicos" Pierre du Tertre y Jacques de Rue, junto con el maestro Angel de Chipre, rellenen vuestra turbina con un tóxico tan potente que tendré que ventilar el palais de Nesle durante tres meses cuando vaya yo a habitarlo, ya que al desaparecer todos los Valois, serán los justos derechos de la casa de Evreux finalmente reconocidos. ¿No os parece, maese Burgui?
-Pero Sire: ¿no habéis pensado que si fumigáis ese veneno desde la torre de la catedral, no serán sólo los reyes quienes padezcan sus efectos, si no también el resto de los habitantes de Paris? ¿Acaso queréis reinar sobre un cementerio en vez de sobre el segundo reino más importante del mundo, tras este vuestro tan fiel de Navarra? Además, no habría perdón para vos si ensuciáis los cielos de la ciudad más hermosa de toda la Cristiandad, que no es otra que París.
-Siempre tan juicioso, maese Burgui, que mucha razón tenéis en lo que decís, y no es justo hacer pagar a justos por pecadores. No obstante, ya pillaré desprevenido al maldito Juan II en alguna ocasión y, quién sabe, quizás por medio de unas garrapiñadas convenientemente aliñadas de veneno, conseguiré yo al menos que se le caigan el pelo y las uñas. ¿Qué decís, Sagastibelza, podéis construirme una máquina para que las almendras, en vez de con ázucar, sean endulzadas con arsénico?
-Por supuesto, Sire. Es más, tengo ya muy avanzado el diseño de la Carlo-mix, así bautizada en vuestro honor, y que acabará haciendo innecesarios a todos los encargados de Panadería y Botellería de la corte, pues cocina ella sola sólo con darle vueltas a esta manivela marcada con el cuartelado de Navarra-Evreux.
-Desde luego tengo unos vasallos que no me los merezco. Tomad, tomad vuestras copas para brindar conmigo. ¿Pero por qué ponéis esas caras, acaso os da míedo que no sea sólo vino lo que hay en ellas? Porque si fuese así, acabaría yo pensando que la propaganda de los Valois ha hecho mella en vuestros profundos intelectos, y ya sabéis cómo las gasto yo cuando veo falta de confianza en mi gestión. Preguntad si no a los que se reunían en Miluce, preguntadles...
© Mikel Zuza Viniegra, 2016
-¿Y decís que este nuevo ingenio vuestro servirá para provocar aguda disentería a toda la corte de Francia, probo Sagastibelza?
-Así es, majestad. Os prometo que este descubrimiento mío de la turbina cuadrada, bien sujeta a la torre norte de Notre Dame de Paris (la que está más cerca del palacio real), y aprovechando el viento brumoso que cada tarde sube desde el Sena, hará que vuestros enemigos, con el usurpador que se hace llamar Juan II a la cabeza, se sientan tan indispuestos que no puedan salir del retrayt en días.
-Me place vuestro plan, pero más aún lo haría si la enfermedad no fuese tan leve, sino que todos ellos pasaran a ocupar prestamente el lugar que les corresponde en la basílica de Saint Dennis. Es por ello que en vez de la solución química que vos habéis preparado, haré que mis muy estimados "físicos" Pierre du Tertre y Jacques de Rue, junto con el maestro Angel de Chipre, rellenen vuestra turbina con un tóxico tan potente que tendré que ventilar el palais de Nesle durante tres meses cuando vaya yo a habitarlo, ya que al desaparecer todos los Valois, serán los justos derechos de la casa de Evreux finalmente reconocidos. ¿No os parece, maese Burgui?
-Pero Sire: ¿no habéis pensado que si fumigáis ese veneno desde la torre de la catedral, no serán sólo los reyes quienes padezcan sus efectos, si no también el resto de los habitantes de Paris? ¿Acaso queréis reinar sobre un cementerio en vez de sobre el segundo reino más importante del mundo, tras este vuestro tan fiel de Navarra? Además, no habría perdón para vos si ensuciáis los cielos de la ciudad más hermosa de toda la Cristiandad, que no es otra que París.
-Siempre tan juicioso, maese Burgui, que mucha razón tenéis en lo que decís, y no es justo hacer pagar a justos por pecadores. No obstante, ya pillaré desprevenido al maldito Juan II en alguna ocasión y, quién sabe, quizás por medio de unas garrapiñadas convenientemente aliñadas de veneno, conseguiré yo al menos que se le caigan el pelo y las uñas. ¿Qué decís, Sagastibelza, podéis construirme una máquina para que las almendras, en vez de con ázucar, sean endulzadas con arsénico?
-Por supuesto, Sire. Es más, tengo ya muy avanzado el diseño de la Carlo-mix, así bautizada en vuestro honor, y que acabará haciendo innecesarios a todos los encargados de Panadería y Botellería de la corte, pues cocina ella sola sólo con darle vueltas a esta manivela marcada con el cuartelado de Navarra-Evreux.
-Desde luego tengo unos vasallos que no me los merezco. Tomad, tomad vuestras copas para brindar conmigo. ¿Pero por qué ponéis esas caras, acaso os da míedo que no sea sólo vino lo que hay en ellas? Porque si fuese así, acabaría yo pensando que la propaganda de los Valois ha hecho mella en vuestros profundos intelectos, y ya sabéis cómo las gasto yo cuando veo falta de confianza en mi gestión. Preguntad si no a los que se reunían en Miluce, preguntadles...
© Mikel Zuza Viniegra, 2016