Palacio de Olite, 29 de mayo de 1434
-Hoy alcanzas los trece años de edad, hijo mío: ya eres todo un hombre.
-Pues Blanca y Leonor dicen que no soy más que un crío bastante cargante, madre.
-¡No te importe lo que te digan esas dos habladoras, que ya les daré yo a tus hermanas motivos de los que preocuparse!
-Pero es que dicen también que padre no dejará nunca que yo os suceda en el trono de Navarra...
-¿Eso dicen? Algún botarate de los muchos que habitan en este castillo se lo habrá dicho entonces, que ellas son demasiado lelas para hilar tan fino.
-¿Tampoco vendrá este año, madre?
-Sabes perfectamente que las guerras en Castilla lo mantienen muy ocupado, y que sus ganancias serán algún día también las tuyas. Además, te ha enviado un arnés de justa muy bien bruñido, deberías estar contento.
-¡Pero es que yo preferiría que él estuviese aquí, en vez de que me mandase un regalo! Además Blanca y Leonor me han dicho que vos le tuvisteis que recordar que se acercaba la fecha de mi cumpleaños...
-Así fue, ya ves que no te lo niego. Pero te repito que debes pensar que tu padre es un hombre de honor que lucha por el bien de todos nosotros. A mí también me gustaría que estuviese aquí, pero cuando te sientes en el trono -y no dudes que lo harás- entenderás que las labores de gobierno absorben muchas veces el tiempo que un rey debería dedicar a su familia.
-¡Pero el abuelo Carlos no era así, tú nos lo has contado muchas veces!
-No, desde luego que no era así, pero en ningún libro, ni siquiera en los de las Sagradas Escrituras se recoge sentencia alguna que indique que dos hombres hayan de ser exactamente iguales. Al contrario: cada uno dispone de su libre albedrío para cumplir los objetivos que se haya impuesto. Mi padre, don Carlos, los consiguió siempre por métodos pacíficos, el tuyo, don Juan, no sabe hacerlo más que por medio de la guerra.
-¡Pues cuando yo sea rey no quiero que haya guerra!
-Y ojalá puedas cumplir tu deseo, Carlos, porque no habrá mejor regalo que puedas hacer a Navarra. Pero mientras no alcances tan alta posición, tanto tú, como tus hermanas y yo misma debemos seguir la política del rey, sin elevar jamás queja alguna en contrario.
-¿Aunque vos seáis la reina propietaria?
-Aunque yo sea la reina propietaria, pues en el juramento regio que hice en la catedral de Pamplona antes de ser coronada, ya dejé claramente establecido que lo hacía "con licencia del rey don Juan, mi marido".
-¿Y si al final resulta que le importan más sus dominios en Castilla que todo el reino de Navarra?
-¡No insultes a tu padre, y sobre todo recuerda que sólo eres príncipe, y no profeta! Los sicilianos, que me dieron mucho trabajo para poder gobernarlos cuando fui su reina, tenían un dicho: "Chi sará, sará" - Lo que haya de ser, será. Llevas el mismo nombre de tu bisabuelo y de tu abuelo: te digo que serás rey de Navarra. Igual que lo fueron ellos. Y basta ya de cháchara, que como todos los años, para celebrar la fecha de tu nacimiento, has de ofrendar en Santa María y en San Pedro dos florines de oro. Y por el camino habrás de dar muchas monedas más menudas a quienes se habrán congregado esperando verte pasar para felicitarte. No les hagas esperar más, que bastante desgracia tienen. Déjales que te cuentes sus problemas, y si tu maestre limosnero puede solucionárselos, dale la orden sin dudarlo ni un instante. Y cuando vuelvas esta noche, aunque podrás disfrutar del convite preparado para celebrar tu aniversario, no se te olvide luego escribir una carta a tu padre para agradecerle tu regalo...
-No pienso escribirle más. Nunca tiene tiempo para contestarme. ¡Que se quede en su querida Castilla y no vuelva más! A mí sólo me importa Navarra, y no pienso compartirla con nadie, ni siquiera con él.
-¿Qué decías Carlos? Ya sabes que parece que he heredado la sordera de mi madre, doña Leonor, y no he oído lo que has susurrado...
-Decía que no os preocupéis, madre, que en cuanto regrese, escribirle será lo primero que haga...
-Hoy alcanzas los trece años de edad, hijo mío: ya eres todo un hombre.
-Pues Blanca y Leonor dicen que no soy más que un crío bastante cargante, madre.
-¡No te importe lo que te digan esas dos habladoras, que ya les daré yo a tus hermanas motivos de los que preocuparse!
-Pero es que dicen también que padre no dejará nunca que yo os suceda en el trono de Navarra...
-¿Eso dicen? Algún botarate de los muchos que habitan en este castillo se lo habrá dicho entonces, que ellas son demasiado lelas para hilar tan fino.
-¿Tampoco vendrá este año, madre?
-Sabes perfectamente que las guerras en Castilla lo mantienen muy ocupado, y que sus ganancias serán algún día también las tuyas. Además, te ha enviado un arnés de justa muy bien bruñido, deberías estar contento.
-¡Pero es que yo preferiría que él estuviese aquí, en vez de que me mandase un regalo! Además Blanca y Leonor me han dicho que vos le tuvisteis que recordar que se acercaba la fecha de mi cumpleaños...
-Así fue, ya ves que no te lo niego. Pero te repito que debes pensar que tu padre es un hombre de honor que lucha por el bien de todos nosotros. A mí también me gustaría que estuviese aquí, pero cuando te sientes en el trono -y no dudes que lo harás- entenderás que las labores de gobierno absorben muchas veces el tiempo que un rey debería dedicar a su familia.
-¡Pero el abuelo Carlos no era así, tú nos lo has contado muchas veces!
-No, desde luego que no era así, pero en ningún libro, ni siquiera en los de las Sagradas Escrituras se recoge sentencia alguna que indique que dos hombres hayan de ser exactamente iguales. Al contrario: cada uno dispone de su libre albedrío para cumplir los objetivos que se haya impuesto. Mi padre, don Carlos, los consiguió siempre por métodos pacíficos, el tuyo, don Juan, no sabe hacerlo más que por medio de la guerra.
-¡Pues cuando yo sea rey no quiero que haya guerra!
-Y ojalá puedas cumplir tu deseo, Carlos, porque no habrá mejor regalo que puedas hacer a Navarra. Pero mientras no alcances tan alta posición, tanto tú, como tus hermanas y yo misma debemos seguir la política del rey, sin elevar jamás queja alguna en contrario.
-¿Aunque vos seáis la reina propietaria?
-Aunque yo sea la reina propietaria, pues en el juramento regio que hice en la catedral de Pamplona antes de ser coronada, ya dejé claramente establecido que lo hacía "con licencia del rey don Juan, mi marido".
-¿Y si al final resulta que le importan más sus dominios en Castilla que todo el reino de Navarra?
-¡No insultes a tu padre, y sobre todo recuerda que sólo eres príncipe, y no profeta! Los sicilianos, que me dieron mucho trabajo para poder gobernarlos cuando fui su reina, tenían un dicho: "Chi sará, sará" - Lo que haya de ser, será. Llevas el mismo nombre de tu bisabuelo y de tu abuelo: te digo que serás rey de Navarra. Igual que lo fueron ellos. Y basta ya de cháchara, que como todos los años, para celebrar la fecha de tu nacimiento, has de ofrendar en Santa María y en San Pedro dos florines de oro. Y por el camino habrás de dar muchas monedas más menudas a quienes se habrán congregado esperando verte pasar para felicitarte. No les hagas esperar más, que bastante desgracia tienen. Déjales que te cuentes sus problemas, y si tu maestre limosnero puede solucionárselos, dale la orden sin dudarlo ni un instante. Y cuando vuelvas esta noche, aunque podrás disfrutar del convite preparado para celebrar tu aniversario, no se te olvide luego escribir una carta a tu padre para agradecerle tu regalo...
-No pienso escribirle más. Nunca tiene tiempo para contestarme. ¡Que se quede en su querida Castilla y no vuelva más! A mí sólo me importa Navarra, y no pienso compartirla con nadie, ni siquiera con él.
-¿Qué decías Carlos? Ya sabes que parece que he heredado la sordera de mi madre, doña Leonor, y no he oído lo que has susurrado...
-Decía que no os preocupéis, madre, que en cuanto regrese, escribirle será lo primero que haga...
Y FUE ESTO ESCRITO EL 29 DE MAYO DE 2017, 596 ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DEL PRÍNCIPE CARLOS DE VIANA.
© MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2017