Palacios reales de Pamplona, 27 de julio de 1384
-Ved, mi señor don Carlos II, que lo que hemos descubierto resulta extremadamente grave…
-Sí, claro que es grave saber que mi archienemigo, Carlos V de Francia, está construyendo gran número de ferrerías en nuestra frontera norte, y que lo mismo están haciendo los ingleses a muy pocas leguas. Tendremos que hacer nosotros lo mismo.
-Pero Majestad, de lo que llevamos más de tres horas intentando convenceros es de que hagáis justamente lo contrario. Si hacéis lo mismo que ellos, el mal del que os hablamos se extenderá sin control…
-¿Pero qué mal hay en el progreso industrial? ¿Y en el chocar de las espadas? Os digo que no hay nada mejor que una buena guerra para dinamizar nuestra maltrecha economía.
-Hay informes que dicen que la gran pestilencia se extendió precisamente gracias al humo negro de tanta ferrería, que a ratos llegó a ocultar al mismo sol. Si se siguen construyendo a este ritmo infernal, los árboles acabarán desapareciendo, y sin árboles todo vuestro reino se convertirá en un desierto.
-Los árboles son necesarios, claro que sí, pero para alimentar los hornos de los que saldrán las espadas recién forjadas con las que conquistaré Francia algún día. Además, ¿qué pruebas tenéis de eso que decís sobre que cada año el verano es más cálido?
-Ved que nuestro abuelo, el primero al servicio de vuestra augusta dinastía, ya recogía datos que confirman que la nieve de las cumbres cada año se derrite antes, y que el agua recogida en las represas se evapora cada vez más rápido y baja más negra y sucia de las montañas. Comparando sus anotaciones con las nuestras, podemos confirmar que en los últimos ochenta años se ha producido un recalentamiento que el humo de todas esas ferrerías no hace sino aumentar exponencialmente. De ahí la importancia de que vos no hagáis lo mismo.
-Pero esta sugerencia vuestra de que construya miles de molinos enormes en la frontera para que sus aspas se lleven los malos humos hacia el interior de Francia y de Aquitania detraería las cantidades que ahora dedicamos a la guerra. Y no es cosa de que se nos rían nuestros enemigos. ¿A qué iluminado se le ha podido ocurrir semejante solución? Al maestro de ingenios Sagastibelza, como si lo viera…
-Pero es que además dice que podría usarse también la fuerza de esas aspas para no tener que emplear tanto carbón vegetal para cocinar y calentar las casas. Y con ello se reducirían aún más los malos humos. Mas renovados, imposible…
¡Lo que tiene que hacer es ponerse a diseñar catapultas y bombardas, y dejarse de árboles y aire puro, del que ya disfrutaremos todos en el Paraiso, cuando muramos! Bueno, todos, lo que se dice todos, desde luego que no. ¡Porque os digo que allí no irán jamás ni Carlos V de Francia, ni Enrique II de Castilla, ni Eduardo III de Inglaterra, ni el maldito DuGüesclin, ni el traidor Arellano, ni…!
-Nada, que con este rey no tenemos nada que hacer, ya ha entrado en bucle con su lista de enemigos, como de costumbre, y como tiene tantos no acabará hasta pasadomañana…
-Es que está mayor, no parece comprender la gravedad de lo que le decimos. Pero mirad: ¡el príncipe heredero nos llama para que le sigamos fuera del salón de audiencias.
-He escuchado con mucho interés lo que contabais a mi padre, y quiero que sepáis que, cuando yo sea Carlos III, estoy plenamente dispuesto a que las ferrerías sólo fabriquen poleas, andamios y grúas para construir palacios bien hermosos. Detesto la guerra y los cañones.
-Pero Alteza, si mantenéis el plan de ferrerías de vuestro padre, y no adoptáis el de molinos que hemos propuesto, el problema del humo seguirá incrementándose, y vuestro reino se deforestará igual.
-No sé… Habrá que estudiarlo en una gran reunión de todos los líderes mundiales, que establezca a su vez un gran número de comisiones y subcomisiones donde tratar las distintas problemáticas que afectan a cada país. Quizás Navarra hasta pudiera presentar en alguna de ellas ese plan de los mega-molinos que decís. Quedaríamos estupendamente bien presentándonos como una “potencia verde”, ¿no os parece?
-No sé, alteza, creo que fue Carlomagno quien dijo que si quieres solucionar algo, nombres a un encargado, y si quieres que nunca se arregle nada, nombres a una comisión…
-¿Carlomagno dijo eso? Me extraña, porque precisamente yo soy descendiente “en recta lignea” suyo, y no me acuerdo de habérselo leído nunca. Además, primero se empieza pidiendo aire puro, y luego se acaba por pedir que se prohiban la caza, los matatoros y tener leones en casa, como mi queridísimo Marzot, que se pega la gran vida en Olite...
-Buena cosa sería esa también, Alteza, que hay personas que, de tal, sólo tienen el nombre, y son mucho más brutas que cualquier animal. Y pienso que Marzot estaría mucho mejor en Africa que bajo la morera.
-¿Vosotros creéis? No se yo… Habrá que organizar una comisión de expertos que decida qué es lo mejor. Y me temo que para cuando dicte sentencia, probablemente ni vosotros ni yo estaremos ya en este mundo. Así que, ¿por qué preocuparse? Que lo solucione mi nieto, que seguro que se llamará también Carlos.
-Lo malo es si para entonces seguirá habiendo mundo que salvar…
© MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2017