Barcelona, Palau Reial, 23 de septiembre de 1461
-Tío, prometedme que llevaréis algo mío a Navarra.
-¿Qué he de prometeros? Vos mismo iréis conmigo. Y recorreremos de nuevo las veredas entre Tafalla, Olite y Ujué. Las gentes saldrán a los caminos para ver a su rey y señor, y os pedirán remedio a todos sus males, como siempre.
-No, ya nunca más volveré a prenderme una sanjaimeta al pecho.
-¡Os juro que lo haréis, aunque tenga que matar yo mismo a todos estos matasanos que os afligen!
-Mi problema ya no es de médicos, sino de clérigos. No pasaré de esta noche. Casi lo anhelo, estoy tan cansado...
-Y demasiadas veces sin que yo os lo pidiera, tío. Me usasteis como cometa, y de tanto ascender al cielo, he acabado chamuscado por el sol. Otros quizás lo hagan mejor que yo.
-¿Quién, vuestro padre? ¡Ah, si le hubiera alcanzado la lanza que le arrojásteis en Aibar...!
-Ahora tendría todavía más grandes pecados de los que confesarme. No, ayer fue día de luchar como caballero, y hoy lo es de morir como cristiano. Y dejad de llorar, ¿qué dirían si vieran a un gran guerrero como vos con los ojos cargados de lágrimas?
-Se me ha debido meter una carbonilla en los ojos, Majestad.
-Creo que ya podéis apearme el tratamiento, tío. Fuisteis siempre el primero en considerarme rey de Navarra, ahora tenéis mi permiso para retirar la corona de mi cabeza. Me ha pesado siempre tanto como las cadenas a un preso...
-¡Nunca! No hay cabeza en el mundo más digna de ceñir una corona que la vuestra, Charles.
-Hubiera sido estupendo que todos pensaran como vos, querido tío Johan. La de malos tragos que nos hubiésemos ahorrado, ¿no es cierto?
-¡Os juro que se lo haré pagar personalmente al maldito mosén Pierres y a su hermano don Martín!
-Templad vuestra furia, tío. Es una orden. Mi última orden. Navarra ya ha sufrido bastante mientras yo estaba vivo, que al menos sosiegue definitivamente el reino cuando yo muera. En realidad tengo otro mandato para vos.
-¡Lo que sea, aunque tenga que ir a Constantinopla para conseguirlo!
-No os pido tanto, mi buen don Johan: sólo que adornéis mi capilla ardiente con esos cinco paños bordados con las historias de Hércules tan hermosos que traje de Sicilia. Nunca fui tan fuerte como él, pero los trabajos a los que tuve que hacer frente no fueron, desde luego, menores que los suyos. ¿Lo haréis?
-Os lo prometo, príncipe. Perdón, Majestad.
-No os disculpéis, tío, que ni yo mismo he sabido nunca si era rey o príncipe. Y ahora ya da por fin lo mismo...
Y FUE ESCRITO ESTO PARA RECORDAR QUE MAÑANA SE CUMPLE EL 556 ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE
CARLOS IV DE EVREUX, REY DE NAVARRA,
PRÍNCIPE DE VIANA
© Mikel Zuza Viniegra, 2017