Refectorio (en construcción) de la catedral de Pamplona, 23 de febrero de 1328
-Este imponente salón, ornado de tantas maravillas, hubiera sido sin duda un lugar más adecuado para la coronación, hermano Juan Périz de Estella.
-Gracias, hermano Guillermo de Baskerville, pero no sabíamos cuando empezamos a edificarlo que Navarra tendría nuevos reyes que precisasen de un lugar tan majestuoso como este para sus ceremonias. Dios dispuso que el rey Carlos el Calvo muriese repentinamente allá, en su palacio de París, y que doña Juana y don Felipe fuesen elevados al trono que sus antepasados ocuparon en Pamplona.
-¿Repentinamente, decís? No sé... Pensadlo bien: primero murió el rey Felipe (IV de Francia y I de Navarra), y luego han ido bajando sucesivamente a la tumba sus tres hijos varones (Luis, Felipe y Carlos), hasta extinguir la dinastía Capeta. Hay hasta quien sospecha de una maldición dictada por Jacobo de Molay, el último gran maestre de los Templarios, mientras ardía en la hoguera...
-Sí, yo también he oído ese cuento de viejas, pero dudo muchísimo que alguien tan versado en ciencia como vos le dé crédito alguno. No hay maldiciones, sólo comportamientos humanos que se desvían de lo que las Sagradas Escrituras prescriben. Además, a Navarra esos acontecimientos tan luctuosos de los que habláis apenas nos afectan, porque la sangre originaria de nuestros verdaderos reyes corre por las venas de Juana, hija de Luis el Hutín, nieta de Juana de Navarra, bisnieta de Enrique el Gordo y tataranieta de Teobaldo I el trovador. Hagan en Francia lo que quieran, que nuestras Cortes ya han escogido legítimos monarcas.
-Ni creo ni dejo de creer, solamente dudo, que me parece que es la única opción de los verdaderos sabios. Pero desde luego que es curioso este reino vuestro, hermano Juan. Yo, que he recorrido toda la Cristiandad, no he visto que un país tan pequeño dé tanta guerra, porque oponerse a los designios de Francia sería visto por muchos como una auténtica locura.
-¿No lo diréis por el vuestro, hermano Guillermo? Porque mejor que yo sabéis que Inglaterra un día sí, y otro también, combate a Francia con todas las armas a su alcance. Pero no os negaré la razón, que es vuestra isla reino poderosísimo, en comparación con nuestra pirenaica nimiedad. Por eso también tenemos nosotros mucho más mérito que vosotros, aunque como veis no desdeñamos lo mejor que puede ofrecernos nuestro tiránico vecino del norte: su arte. Ved si no el mural que el pintor Johan Oliver está preparando para culminar la decoración del conjunto. ¿No os parece que podría perfectamente adornar los palacios de París?
-Por supuesto, hermano Juan. Y también los del Papa en Aviñon, y estos con más lógica, pues nunca olvido una cara y recuerdo a un muchacho que aprendía su oficio en el taller del maestro pintor Pierre Du Puy. Lo que no recuerdo es su nombre...
-Me asombro de vuestra memoria, porque efectivamente ese artista que maniobra subido al andamio proviene de donde decís, y responde al nombre de Johan Oliver. Muchos cardenales me ponderaron su destreza, y salta a la vista que no me engañaron. Lo que me sorprende es que un franciscano como vos sepa apreciar el mérito que encierran unos frescos de este calibre. Pensaba que vuestra Orden sólo daba importancia a la Naturaleza...
-La Belleza está en los ojos de quien mira. Nuestro padre Francisco amaba a los animales, sí, pero también las obras hermosas de los hombres, y más cuando en nuestros tiempos no abundan en demasía. Este edificio vuestro es hermoso, y ese mural dejará memoria amable de vos cuando sólo seáis ceniza bajo las losas del claustro, porque veo que habéis hecho pintar vuestro nombre ahí, bajo los pies de los músicos y las juglaresas...
-¿Os sorprende que aparezcan mujeres músicas tan cerca del Crucificado?
-Al contrario, Cristo fue muy amigo de las fiestas y de las mujeres. Ahí está el ejemplo de las Bodas de Caná o de María Magdalena.
-No sé, hermano Guillermo, son terrenos teológicamente espinosos, porque ni en ese pasaje ni en ningún otro del Nuevo Testamento se asegura que Cristo siquiera que riese un poco. Y en cuanto a las mujeres... Vade retro! Nuestro archivero e insigne biblista, don José Goñi de Gaztambide podrá explicároslo mejor que yo.
-Es a él a quien precisamente quiero visitar. Me alegra haber coincidido inopinadamente con estos fastos de la coronación de vuestros reyes, pero realmente lo que buscaba al viajar hasta Pamplona es la traducción del Corán que un paisano mío, Roberto de Ketton, compuso en la paz de vuestro cabildo hace 150 años. Y si de paso obtengo la dispensa de vuestro obispo para poder consultar la Vida de Mahoma que Eulogio de Cordoba leyó en vuestro monasterio de Leyre en el 857, mi curiosidad científica quedará completamente saciada...
-Con franqueza: veo difícil que logréis ese permiso, sobre todo teniendo en cuenta lo que suele acontecer a las bibliotecas que visitáis...
-¿Os referís quizás a lo sucedido en una oscura abadía de la frontera entre Italia y Alemania cuyo nombre exacto es mejor mantener oculto de la memoria de los hombres? Porque si es así puedo aseguraros que yo no tuve nada que ver con su incendio. Es más, estas marcas de quemaduras que podéis ver bajo mi hábito me las hice tratando de salvar el mayor número de manuscritos que mi joven discípulo y yo pudimos acarrear entre nuestros brazos. Os digo que fue el fanatismo y la locura del monje Jorge de Burgos quién propició tal desastre, y no mi amor a los libros. Un sabio tan renombrado como Goñi de Gaztambide sabrá apreciar que lo que digo es cierto en cuanto podamos leer libros tan famosos como el "De Trinitate et Incarnatione", del obispo Pedro de París, el Beato de Sancho el Sabio, o el Liber Regum, que sé que constan en el catálogo de vuestra catedral...
-Y para que aquí sigan estando, aunque convenzáis con vuestra labia al bueno de don José de que os deje consultarlos, he de tomar mis medidas de precaución. Porque aunque admiro vuestra ciencia, recelo de que vuestra admiración por esas obras tan magníficas no os haga ser tentado por Belcebú para "distraer" alguna de ellas. Así que espero que no os disguste, pero ordenaré a Miguel de Zuazu, nuestro bibliotecario, que no os quite el ojo de encima hasta que abandonéis nuestro recinto. No es bien parecido, en el sentido que vuestro padre Francisco dejó descrito, pero sí que es muy competente en su oficio y procura mantener a raya a los jóvenes chantres que se desmandan en el scriptorium...
-¿Es aquél de allí? Su cara me suena....
MOLTO GRAZIE, MAESTRO UMBERTO DA BOLONIA, COMENTARISTA DEL BEATO DE LIÉBANA.
© MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2016
-Este imponente salón, ornado de tantas maravillas, hubiera sido sin duda un lugar más adecuado para la coronación, hermano Juan Périz de Estella.
-Gracias, hermano Guillermo de Baskerville, pero no sabíamos cuando empezamos a edificarlo que Navarra tendría nuevos reyes que precisasen de un lugar tan majestuoso como este para sus ceremonias. Dios dispuso que el rey Carlos el Calvo muriese repentinamente allá, en su palacio de París, y que doña Juana y don Felipe fuesen elevados al trono que sus antepasados ocuparon en Pamplona.
-¿Repentinamente, decís? No sé... Pensadlo bien: primero murió el rey Felipe (IV de Francia y I de Navarra), y luego han ido bajando sucesivamente a la tumba sus tres hijos varones (Luis, Felipe y Carlos), hasta extinguir la dinastía Capeta. Hay hasta quien sospecha de una maldición dictada por Jacobo de Molay, el último gran maestre de los Templarios, mientras ardía en la hoguera...
-Sí, yo también he oído ese cuento de viejas, pero dudo muchísimo que alguien tan versado en ciencia como vos le dé crédito alguno. No hay maldiciones, sólo comportamientos humanos que se desvían de lo que las Sagradas Escrituras prescriben. Además, a Navarra esos acontecimientos tan luctuosos de los que habláis apenas nos afectan, porque la sangre originaria de nuestros verdaderos reyes corre por las venas de Juana, hija de Luis el Hutín, nieta de Juana de Navarra, bisnieta de Enrique el Gordo y tataranieta de Teobaldo I el trovador. Hagan en Francia lo que quieran, que nuestras Cortes ya han escogido legítimos monarcas.
-Ni creo ni dejo de creer, solamente dudo, que me parece que es la única opción de los verdaderos sabios. Pero desde luego que es curioso este reino vuestro, hermano Juan. Yo, que he recorrido toda la Cristiandad, no he visto que un país tan pequeño dé tanta guerra, porque oponerse a los designios de Francia sería visto por muchos como una auténtica locura.
-¿No lo diréis por el vuestro, hermano Guillermo? Porque mejor que yo sabéis que Inglaterra un día sí, y otro también, combate a Francia con todas las armas a su alcance. Pero no os negaré la razón, que es vuestra isla reino poderosísimo, en comparación con nuestra pirenaica nimiedad. Por eso también tenemos nosotros mucho más mérito que vosotros, aunque como veis no desdeñamos lo mejor que puede ofrecernos nuestro tiránico vecino del norte: su arte. Ved si no el mural que el pintor Johan Oliver está preparando para culminar la decoración del conjunto. ¿No os parece que podría perfectamente adornar los palacios de París?
-Por supuesto, hermano Juan. Y también los del Papa en Aviñon, y estos con más lógica, pues nunca olvido una cara y recuerdo a un muchacho que aprendía su oficio en el taller del maestro pintor Pierre Du Puy. Lo que no recuerdo es su nombre...
-Me asombro de vuestra memoria, porque efectivamente ese artista que maniobra subido al andamio proviene de donde decís, y responde al nombre de Johan Oliver. Muchos cardenales me ponderaron su destreza, y salta a la vista que no me engañaron. Lo que me sorprende es que un franciscano como vos sepa apreciar el mérito que encierran unos frescos de este calibre. Pensaba que vuestra Orden sólo daba importancia a la Naturaleza...
-La Belleza está en los ojos de quien mira. Nuestro padre Francisco amaba a los animales, sí, pero también las obras hermosas de los hombres, y más cuando en nuestros tiempos no abundan en demasía. Este edificio vuestro es hermoso, y ese mural dejará memoria amable de vos cuando sólo seáis ceniza bajo las losas del claustro, porque veo que habéis hecho pintar vuestro nombre ahí, bajo los pies de los músicos y las juglaresas...
-¿Os sorprende que aparezcan mujeres músicas tan cerca del Crucificado?
-Al contrario, Cristo fue muy amigo de las fiestas y de las mujeres. Ahí está el ejemplo de las Bodas de Caná o de María Magdalena.
-No sé, hermano Guillermo, son terrenos teológicamente espinosos, porque ni en ese pasaje ni en ningún otro del Nuevo Testamento se asegura que Cristo siquiera que riese un poco. Y en cuanto a las mujeres... Vade retro! Nuestro archivero e insigne biblista, don José Goñi de Gaztambide podrá explicároslo mejor que yo.
-Es a él a quien precisamente quiero visitar. Me alegra haber coincidido inopinadamente con estos fastos de la coronación de vuestros reyes, pero realmente lo que buscaba al viajar hasta Pamplona es la traducción del Corán que un paisano mío, Roberto de Ketton, compuso en la paz de vuestro cabildo hace 150 años. Y si de paso obtengo la dispensa de vuestro obispo para poder consultar la Vida de Mahoma que Eulogio de Cordoba leyó en vuestro monasterio de Leyre en el 857, mi curiosidad científica quedará completamente saciada...
-Con franqueza: veo difícil que logréis ese permiso, sobre todo teniendo en cuenta lo que suele acontecer a las bibliotecas que visitáis...
J. Goñi Gaztambide |
-Y para que aquí sigan estando, aunque convenzáis con vuestra labia al bueno de don José de que os deje consultarlos, he de tomar mis medidas de precaución. Porque aunque admiro vuestra ciencia, recelo de que vuestra admiración por esas obras tan magníficas no os haga ser tentado por Belcebú para "distraer" alguna de ellas. Así que espero que no os disguste, pero ordenaré a Miguel de Zuazu, nuestro bibliotecario, que no os quite el ojo de encima hasta que abandonéis nuestro recinto. No es bien parecido, en el sentido que vuestro padre Francisco dejó descrito, pero sí que es muy competente en su oficio y procura mantener a raya a los jóvenes chantres que se desmandan en el scriptorium...
-¿Es aquél de allí? Su cara me suena....
PENITENCIÁGITE! |
EL PASADO 20 DE FEBRERO MURIÓ UMBERTO ECO. NO TODAS SUS NOVELAS ME GUSTARON, PERO CON LA MÁS FAMOSA DE TODAS ELLAS DISFRUTÉ MUCHO, Y AÚN ME ACERCO MUCHAS VECES A SUS PÁGINAS.
LA PELÍCULA QUE SE HIZO SIGUE PARECIÉNDOME LA QUE MEJOR MUESTRA -A TRAVÉS DE LAS EXPRESIÓNES DEL GRAN SEAN CONNERY- EL AMOR POR LOS LIBROS.
MOLTO GRAZIE, MAESTRO UMBERTO DA BOLONIA, COMENTARISTA DEL BEATO DE LIÉBANA.
© MIKEL ZUZA VINIEGRA, 2016